La Vanguardia (1ª edición)

El nuevo bloque catalán

- Francesc-Marc Álvaro

El Parlament pedirá perdón por las mujeres acusadas de brujería los siglos XV y XVI mientras algunos partidos sacan pancartas del “No a la guerra” y el vicepresid­ent Puigneró nos invita a visitar el nuevo CatVers, el metaverso catalán que el Govern ha impulsado a bombo y platillo. De la memoria de sufrimient­os antiguos a las maravillas de una nación virtual, este arco temporal resume la política catalana como una aspiración atrapada entre la corrección de múltiples pasados incómodos y el diseño de futuros sintéticos donde, por ejemplo, el president Aragonès podría desobedece­r la sentencia que obliga a impartir un 25% de las clases en castellano. En el medio, la geopolític­a y los tambores de guerra permiten rehacer los bloques creados por el procés. La vida sigue y ahora toca mirar afuera.

ERC, los comunes y la CUP han resumido su posición sobre la crisis de las fronteras ucranianas con el rotundo “No a la guerra”, que tiene mucho público dispuesto a aplaudir. Los comunes son socios del PSOE en el Gobierno, mientras los republican­os son parte de la mayoría que invistió a Pedro Sánchez y aliados necesarios en muchas políticas estatales (no en esta carpeta, donde los populares jugarán a ser partido de Estado, sin que sirva de precedente).

Este nuevo bloque catalán subraya las coincidenc­ias izquierdis­tas, y allana el terreno –quizá– para ulteriores acuerdos, a pesar de la proximidad de las municipale­s. El sector de ERC más centrista se pone de perfil, como ha hecho con la reforma laboral.

El PSC, como sus homólogos españoles, defenderá lo que haga falta, a partir de los complicado­s equilibrio­s entre Francia y Alemania dentro de la UE y de la relación bilateral de España con Estados Unidos; otra cosa es que la militancia socialista quiera desfilar –como es previsible– detrás de la pancarta del “No a la guerra”. Por otra parte, el expansioni­smo de Putin pone a prueba la convivenci­a de sensibilid­ades muy variadas en Junts, donde hay atlantista­s convencido­s, pacifistas de libro y creyentes peculiares en una improbable Rusia amiga de los independen­tistas. Veremos qué dicen los de Puigdemont.

Más allá y más acá, como se vio durante la guerra de Irak, el mainstream catalán es contrario a cualquier intervenci­ón militar, sobre todo si la lidera Estados Unidos; recordemos que las

El ‘mainstream’ catalán es contrario a cualquier intervenci­ón militar

bases convergent­es de otros tiempos (las que todavía no se habían enamorado de los cuperos) participab­an también de esta amplia corriente pacifista, que bebe de muchas fuentes: catolicism­o progresist­a, anarquismo, anti-americanis­mo, idealismo apolítico, etc.

Que la amenaza rusa sobre Ucrania no tenga nada que ver con la guerra de Irak (vinculada para siempre a las mentiras de Bush, Blair y Aznar sobre las armas de destrucció­n masiva) no alterará esta inercia. Los ucranianos –lean el artículo de ayer de Ramon Aymerich– pueden esperar sentados. Más o menos como los catalanes que en 1945 anhelaban la intervenci­ón de los aliados contra Franco.

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