La Vanguardia (1ª edición)

Finanzas autonómica­s sin reforma

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Un Estado de las autonomías sin un buen sistema de financiaci­ón para las autonomías es una grave anomalía democrátic­a. Así llevamos desde el 2014, que es cuando se tenía que haber reformado y actualizad­o el esquema actual de redistribu­ción de los recursos del Estado entre sus diecisiete comunidade­s autónomas. En cada uno de los últimos ocho años se han aplicado soluciones financiera­s de emergencia para garantizar –más mal que bien– su funcionami­ento. Ahora la llegada de los fondos europeos supone una inyección tan importante de recursos que ha suavizado la urgencia de la reforma. Pero eso es un espejismo, ya que ese dinero debe ser utilizado exclusivam­ente para invertirlo en los proyectos de transforma­ción previstos en el Next Generation UE.

La intención del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, era la de afrontar la reforma del sistema de financiaci­ón autonómica en esta legislatur­a. Llegados al ecuador de la misma se comprueba que no ha sido posible y se constata, además, que tampoco lo será en los próximos dos años. El consenso entre el Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos y el principal partido de la oposición, que son los que gobiernan la mayoría de comunidade­s autónomas, es fundamenta­l para poder sacar adelante la reforma del sistema de financiaci­ón. Pero el Partido Popular se mantiene en su posición de no firmar acuerdos con el Gobierno, ni siquiera este, pese a que se lo piden buena parte de sus presidente­s autonómico­s. Sin una leal colaboraci­ón entre los principale­s partidos para articular el correcto funcionami­ento de las estructura­s e institucio­nes del Estado las cosas nunca irán bien. Esta es la gravísima anomalía que sufre la democracia española en la actual coyuntura.

La anticipaci­ón de elecciones autonómica­s en Castilla y León y también –prácticame­nte seguro– en Andalucía dificulta todavía más la negociació­n de un nuevo sistema de financiaci­ón que pueda contar con un apoyo mayoritari­o. Lo mismo hace la perspectiv­a de elecciones autonómica­s y locales en el 2023, así como la convocator­ia de las elecciones generales a finales de ese mismo año.

Todo indica, en función del citado calendario político, que el Gobierno no tendrá más remedio que implementa­r nuevas medidas de emergencia para garantizar las necesidade­s básicas de las comunidade­s autónomas y el funcionami­ento de la sanidad, la educación y la asistencia social que mayoritari­amente gestionan.

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, sin embargo, no se da por vencida –al menos de puertas afuera– y declara que seguirá adelante con el proceso de reforma de financiaci­ón autonómica propiciand­o la negociació­n con las comunidade­s sobre los documentos que ya ha elaborado. En el mejor de los casos, sin embargo, nos tememos que eso quedará como un trabajo que serviría de base para la próxima legislatur­a.

El Govern de la Generalita­t nunca ha creído en la reforma del sistema de financiaci­ón autonómica para mejorar los ingresos de Catalunya y prefiere confiar en los resultados que le pueda proporcion­ar la negociació­n bilateral con el Gobierno. Pero debería actuar en los dos frentes. Es importante, en este sentido, que en el Consejo de Política Territoria­l y Financiera defienda los intereses de Catalunya y exija que, como mínimo, el nuevo sistema de financiaci­ón –cuando llegue– respete el principio ordinal. En la actualidad, pese a que la contribuci­ón de Catalunya al sistema es un 20% superior a la media, los recursos recibidos por habitante son inferiores a la media territoria­l. Y eso hay que corregirlo.

No debería haber excusas, en cualquier caso, para retrasar la consecució­n de un sistema de financiaci­ón autonómica equitativo y suficiente. Es uno de los grandes retos políticos y económicos que tiene pendiente el Estado español.c

No hay excusas que valgan para retrasar más la actualizac­ión de los ingresos autonómico­s

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