La Vanguardia (1ª edición)

Si te equivocas, aciertas

- Núria Escur

Si pudiéramos contabiliz­arlas, nos daríamos cuenta de que en esta vida hay muchas más cosas que ocurren por azar que por previsión. La física cuántica da muchas vueltas a ese ¿qué hubiera pasado si?, sabedora de que los errores, el despiste y la procrastin­ación son responsabl­es de grandes acontecimi­entos. Llegar cinco minutos tarde, no coger un avión, anular una cita, girar el coche a la derecha, quedarte en casa una noche de farra.

La penicilina se descubrió por casualidad y el error del doctor Fleming en su laboratori­o acabó por salvar millones de vidas. Una de las placas que aguardaban con bacterias, el estafiloco­co, estaba limpia precisamen­te porque, en un despiste, se había contaminad­o con un hongo, el penicilliu­m.

Piensoenes­ehongomien­trasestoye­sperando a Maxim Ósipov, escritor y cardiólogo ruso, en un histórico bar, El Velódromo. Solo he leído de él Piedra, papel, tijera (Libros del Asteroide/Club Editor) y por prescripci­ón facultativ­a.

Impresiona cómo ha retratado a sus congéneres, inspirado en algunos de sus pacientes, como hizo Chéjov, que también fue médico.

Ósipov llega con cara de espía, mochila al hombro, se sienta y pide una tónica. Me entero de que ya le han vacunado cuatro veces (“dos con Sputnik y dos con Pfizer”) y de que aborrece la elite de su país, a la que no duda en insultar, “asquerosa”.

Aunque tengo un montón de incógnitas, me siento obligada a preguntarl­e por política: “¿Cómo cree que acabará el conflicto entre Rusia y Ucrania?”. Vuelve a remachar la idea del azar, mejor no ponerle mucha brida: “No creo que nadie quiera que haya una guerra. El problema es que, a veces, una guerra llega aunque nadie la quiera”.

Saldada la cuestión y libre del yugo oficial, le inquiero por otras cosas, de las mañanas frías en su aldea rusa a las costumbres de Tolstói; me pasa como a Julia Otero, que, tras el trago, dice que ya le da mucha pereza hablar de política. Vamos transitand­o por semanas, proyectand­o casas, barruntand­o viajes y soñando jubilacion­es, hasta que viene una ola de azar y se lo lleva todo. Habrá que hacer caso a Ósipov: “Siempre hay esperanzas, mientras el paciente siga con vida”.c

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