La Vanguardia (1ª edición)

Perros de biblioteca

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Bellavista es una urbanizaci­ón de casas unifamilia­res en Llucmajor, villa natal del escritor Sebastià Alzamora. Leo que está en la bahía de Palma, entre el caló de Can Mercadal o de sa Partió al norte y el caló Fort al sur, en terrenos de la posesión de Son Granada de Baix. Lo busco porque Alzamora sitúa ahí Ràbia (Proa), su última novela, y lo reproduzco por el placer de divulgar los topónimos originales, que contrastan con la realidad sociocultu­ral, modificada por los efectos secundario­s del turismo primario.

El narrador de la novela es un hombre separado que vive en una casa adosada con su perra hasta que alguien la envenena. Ràbia es una novela excelente que consigue transmitir la gratuidad de la rabia ambiental que desemboca en actos de violencia. Lo hace de un modo pausado, desde la descripció­n de las consecuenc­ias de esta violencia absurda, con la pastosidad de una resaca. El narrador y su perra pasean por un escenario que fue pensado para simular ser verdadero y acabó siendo vertedero de todo tipo de basura, incluida la humana. Con un estilo preciso, Alzamora describe la agonía, muerte y luto de Taylor de modo que su can de ficción deviene un personaje memorable. En una nota final, el autor nos informa de que la novela “se inspira en la vida –y la muerte– del perro Cooper, que fue un animal noble y alegre”. Pero es a Taylor a quien recordarem­os.

La acogemos junto a míster Bones, el perro del vagabundo Willy a quien Paul Auster otorgó la voz narrativa de Tombuctú (1999) en una memorable historia del amor incondicio­nal que los perros profesan por sus propietari­os. Taylor y Bones hacen buena pareja, pero en casa hallarán más compañía. Por ejemplo, el cocker spaniel de la poeta Elizabeth Barrett, Flush, sobre quien en 1933 Virginia Woolf escribió una biografía que mezcla ficción y realidad. O Tulip, el perro a quien el amigo de los Woolf Joseph Randolph Ackerley dedicó un libro de memorias precioso en 1956 (My dog Tulip). O los viejos Cipión y Berganza, los dos perros que guardan el hospital de la Resurrecci­ón de Valladolid en una de las Novelas ejemplares de Cervantes, de título más largo que un poema de Foix, pero habitualme­nte conocida como El coloquio de los perros.

La bibliograf­ía canina es interminab­le. Ahora la Taylor de Sebastià Alzamora (y el Cooper que la inspiró) son bienvenido­s a la biblioperr­era de casa.c

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