“Estas imágenes nos obligan a observar el dolor a través de la mirada de quienes lo provocaron”
(Alianza Editorial), un minucioso ensayo fruto de años de investigación en el que analiza desde el sofisticado vídeo de la decapitación en 2014 del periodista estadounidense James Foley en Irak, rodado en caliente por los criminales del Estado Islámico con el objetivo de llegar a la mayor audiencia posible, a una foto privada de un miembro de las SS en la que aparece junto a sus camaradas descansando en plena naturaleza, cantando felices al ritmo de un acordeón. No vemos ninguna atrocidad. Y sin embargo ahí está toda la “máquina de la muerte”.
“Los oficiales nazis están haciendo algo que podría hacer cualquiera, salvo que ellos se dedican a matar seres humanos. Han acabado con la vida de 325.000 judíos deportados desde Hungría en poco más de tres meses y, exhaustos por la labor, se van a la montaña a tomarse un merecido descanso. La imagen no tiene nada de violencia, pero el conocimiento histórico de lo que acaba de ocurrir, lo que están celebrando, el amasijo de seres humanos y cuerpos gaseados que la preceden, la convierten en una imagen de perpetrador”, señala Sánchez-Biosca, para quien “las imágenes de perpetrador circulan excesivamente en nuestro mundo, pero el desarrollo analítico de las mismas ha sido más bien escaso”. Y ese es el objetivo del libro: “analizar las diferentes modalidades de estas imágenes, algunas muy complejas y difíciles de identificar; quién mira, por qué mira y a quién mira, en un contexto en el que el que mira y la persona mirada son no solo enemigos sino que uno ejerce un poder sobre el otro, sobre su vida, sobre su integridad, sobre su cuerpo y su dignidad”.
Para el Catedrático de Comunicación Audiovisual de la Universidad
Sánchez-Biosca bucea también en las que en 1942 rodaron un equipo de cineastas enviados por el Ministro de Propaganda nazi, Joseph Goebbels en el ghetto de Varsovia. “Son imágenes de victimas moribundas, algunas con los cuerpos completamente desmadejados... Pero lo que las construye como imágenes de perpetrador es el hecho de que al mismo tiempo, a 85 kilometros de ahí, se estaban ultimando los detalles del campo de Treblinka, que era el destino donde iban a ser exterminados esos judios. Hay un lazo entre una cosa y la otra aunque la muerte no se produce al mismo tiempo, sino con más de un mes de diferencia, y el lugar donde se toman tampoco coincide con el que serán gaseados. Los cineastas son cómplices, pero tampoco son los que trabajan en las cámaras de gas... Todas esas elipsis añaden mucha complejidad”.
La mayoría circulan en la semiclandestinidad, tomadas para otorgar un sentido de camaradería o de pertenencia a un grupo, para ser consumidas por el círculo de los perpetradores, pero cuando caen en manos del enemigo se convierten en documentos autoinculpatorios. Un caso paradigmático de este destino invertido es el simulacro de fusilamiento del Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles por parte de un grupo de milicianos durante