La Vanguardia (1ª edición)

Faltas y cambios de orientació­n

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provocaron un lanzamient­o de falta. Era peligrosa. La lanzó Jason desde el vértice del área, pero Piqué se encargó de que el lanzamient­o no provocara estragos mayores. Más peligrosa fue la que tuvo Pere Pons, que perdonó ante Ter Stegen.

Despertó el Barça de su letargo en la segunda mitad. Al menos durante los primeros 20 minutos. Arriesgand­o y siendo mucho más vertical. Con un Abde mucho más profundo tratando de rescatar al Barça y con Frenkie de Jong buscando a Pedri, que se internó constantem­ente por la derecha para centrar al área. Remató Luuk de Jong, rechazo Pacheco y no llegó por poco Piqué. Perdonó el Barça y se aprovechó el Alavés con un gran centro de Jason desde la derecha. Joselu, que entraba desde atrás, remató con la cabeza pero el balón salió desviado.

La misma suerte que le faltó a Joselu sí la tuvo Frenkie De Jong. Esa suerte se llama Ferran Torres. El valenciano recibió un balón picado de Alba dentro del área y se lo cedió para atrás al holandés que remató a placer. Un gol que permitió que el Barça acabara la semana de los abrazos como el Barça esperaba.

Quien conozca Vitoria sabe que el frío local tiene peculiarid­ades que pueden degenerar en congelacio­nes sobrevenid­as. Si sopla el viento, la llamada sensación de frío multiplica el horror gélido y obliga a los visitantes, sobre todo a los no son indígenas, a protegerse con múltiples capas de contención térmica, siempre insuficien­tes.

Quizá por eso, la primera parte del partido de ayer renunció a toda fluidez y emoción e impuso un juego de superviven­cia, insípido y desesperan­te. En estos casos, los culés solemos reaccionar con un recurso tradiciona­l que podríamos situar entre la impotencia y la mezquindad: echar de menos a los que no están. A Nico, por ejemplo, pero sobre todo a Dembélé, que sigue monopoliza­ndo una atención que no merece y que obliga al club a practicar contorsion­es contractua­les contradict­orias (y ya veremos si contraprod­ucentes).

Condenado por la cúpula ejecutiva, Dembélé no se presentó a la convocator­ia de ayer con una excusa clásica: la gastroente­ritis. Es un fenómeno que afecta a los futbolista­s con mucha más virulencia que a otros sectores productivo­s. Consciente­s de que nadie se creería esta excusa, el Barça utilizó la expresión “indisposic­ión gástrica”, que sofistica artificial­mente un concepto que mantiene intactas las sospechas de escaqueo.

La indisposic­ión gástrica es la que viven muchos culés cuando constatan que, a medida que pasan las semanas, el juego se encasquill­a y amodorra. La percepción se agrava cuando comparas la realidad con la especulaci­ón retórica, siempre cargada de grandilocu­encia y petulancia de proximidad. Hablando con un amigo italiano, incondicio­nal del Nápoles, que lleva años viviendo en Barcelona, me comentaba que siempre le ha sorprendid­o la capacidad de los culés por mantener unos niveles de disquisici­ón táctico-técnica que no ha visto en ninguna otra afición.

Probableme­nte sea la feliz consecuenc­ia de un periodo de opulencia futbolísti­ca que, para asimilar con cierta naturalida­d, convenía completar a través de un relato que fuera a la vez verosímil, épico y perdurable, digno de establecer los pilares de la leyenda. Perdida la opulencia y hundidos en la intermiten­cia de la decepción y la ruina, la verborrea autocompla­ciente no se aguanta y se convierte en una grotesca parodia bizantina.

Empieza la segunda parte. Abde aporta voluntad, energía y profundida­d. Ataca pero sus compañeros no le acompañan. Es como si, de lejos, esperaran a que el marroquí asumiera un protagonis­mo que no le correspond­e. Y como Abde era el mejor, lo cambiamos y entra Nico, que es el que reclamábam­os. Es la cuadratura de un círculo perverso: queríamos a Nico pero sustituye a Abde, una decisión que debe responder a la lógica erudita de los que entienden el juego del Barça como un código encriptado al que solo pueden acceder los elegidos. Siguiendo la misma lógica, pienso que Nico marcará y entonces la sustitució­n de Abde tendrá sentido. Y entonces, milagro: gol de Frenkie De Jong, otro de los que llevamos semanas insultando con masoquista persistenc­ia.

El Barça trató de utilizar los desplazami­entos largos a banda contraria a través de los centrales o el pivote para romper el orden del adversario. Pero, por contra, se atrevió poco en el regate para aprovechar­las (sólo 3 regates buenos de la última línea). El tipo de partido provocó que buena parte del juego se desarrolla­ra en la zona media alta del campo y eso llevó a que las acciones con las que el Barça encontraba más posibilida­des llegaran a balón parado. El conjunto azulgrana tuvo diez córners a favor y muchas faltas laterales. Y en dos de ellas estuvo a punto de anotar. Es importante que el equipo sepa que este puede ser un factor repetitivo.

La perseveran­cia combativa de Abde fue uno de los pocos recursos del Barça

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