La Vanguardia (1ª edición)

Una colleja de 50.000 dólares

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Esto es como si fuera el retorno al pasado o una actualizac­ión de la desacredit­ada teoría de la bofetada a tiempo, método educativo que en Estados Unidos, y más en prime time, es una invitación a los rayos, truenos y centellas. Lo que se traduce en una multa de 50.000 dólares. A Bruce Arians, entrenador del equipo de fútbol americano de los Tampa Bay Buccaneers, le pones una sotana y parece uno de aquellos curas que en las escuelas religiosas en la España de los primeros años de la década de los setenta –la referencia temporal se debe solo a una experienci­a personal e intransfer­ible– iba por el patio de recreo pegando cachetes. Las collejas en argot callejero.

Era el arma pedagógica, nada secreta, para poner en cintura a todo aquel que presuntame­nte se comportaba al margen de los estrictos mandamient­os de conducta del nacionalca­tolicismo.

Que eras un chupón con la pelota en los pies (cosa opinable, ¿cuántos Maradona se han truncado?), cachetazo. Que en la refriega deportiva se escapaba una palabra malsonante (se requería poco para que sonara mal), cachetazo. Que hacías una entrada irreverent­e en apariencia (ya se contaban muchos piscineros bastante antes incluso de que naciera Cristiano Ronaldo), cachetazo.

La imagen de esos padres putativos cobró virtualida­d al ver la actitud de Arians en pleno partido. El fin de semana anterior, los Buccs, con el magnífico mariscal de campo Tom Brady, y los Eagles de Filadelfia se jugaban una plaza de acceso a los playoff. No había color, un paseo de los de Florida. Sin bajar del autobús. ¡Qué grande es Brady y qué señorío a sus 44 años! Toma nota Cristiano.

Pero el protagonis­mo, la imagen más comentada de ese partido, la personific­ó el entrenador principal de los bucaneros de la bahía de Tampa.

El marcador estaba decidido cuando en un lío entre jugadores, Arians entró al pasto y le pegó un cachete en la cabeza a uno de sus pupilos, Andrew Adams. Por si fuera poco, también lo adoctrinó.

En realidad, el palmetazo se lo dio al

Arians entró al pasto y le pegó un cachete en la cabeza a uno de sus pupilos

casco, por lo que el posible daño físico lo experiment­ó más el propio atacante. Esa reacción, sin embargo, se consideró humillante para Adams. “Cien caricias no borran una bofetada”, que escribió José Narosky. A Arians lo han acariciado con una sanción de 50.000 dólares.

En las redes se llegó a pedir su dimisión. “No me arrepiento”, replicó al hablar de su colleja y anunciar que había recurrido el castigo. Y justificó su pedagogía: “Ya he visto suficiente­s tonterías”. Todo para evitar un penalti, que en este deporte consiste en poner el balón un metro más atrás.

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