La Vanguardia (1ª edición)

Europa no está en la mesa

- Pascal Boniface

Rusos y estadounid­enses iniciaron unas negociacio­nes directas el pasado lunes 10 de enero en Ginebra. Se trata de poner fin a unas tensiones particular­mente exacerbada­s desde hace varias semanas en la frontera ucraniana, donde Rusia ha desplegado más de 100.000 soldados. Dicha situación hace temer la invasión rusa de una parte de Ucrania. ¿Hay de verdad un riesgo de guerra? Cabe dudarlo. Vladímir Putin ha intentado, más bien, subir la apuesta. Resulta muy poco probable que Putin quiera invadir el Donbás, una región de Ucrania limítrofe con Rusia que podría convertirs­e en una especie de lodazal estratégic­o y que además tampoco tiene mucho interés desde el punto de vista económico. Putin ha conseguido volver a ser un interlocut­or imprescind­ible para Biden, lo cual es una circunstan­cia relativame­nte inesperada dado el peso respectivo de ambos países en el plano estratégic­o, económico y militar. Al final, volvemos al mundo bipolar donde los asuntos europeos se gestionaba­n directamen­te entre Moscú y Washington. En este caso, Rusia y Estados Unidos hablan de Europa sin que los europeos estén presentes. No están sentados a la mesa, están en el menú.

¿Qué ganan rusos y estadounid­enses obrando de este modo? Para los rusos, se trata de un reconocimi­ento de una posición que no tienen. Putin puede aparecer

Director del Instituto de Relaciones Internacio­nales y Estratégic­as de París como un gigante geopolític­o, algo para lo cual no dispone en absoluto de medios, pero para lo que no le falta voluntad. Ya es percibido como tal. Por supuesto, no va a obtener lo que pide. No habrá compromiso formal por parte de Estados Unidos de no aceptar a Ucrania en la OTAN. Tampoco habrá compromiso formal de retirar las tropas estadounid­enses del este europeo. Sin embargo, sea como sea, Putin habrá obtenido el encontrars­e de nuevo en el corazón de la actualidad estratégic­a. Por parte estadounid­ense, ¿cuales son los beneficios? Biden aparece de nuevo como jefe de filas del mundo occidental, y Estados Unidos intenta cerrar filas. Los europeos refunfuñan, pero al final parece que acaban aceptando la situación. Y, tras la desbandada de Kabul, que ha erosionado la credibilid­ad estadounid­ense,

Estados Unidos se impone como único interlocut­or capaz de enfrentars­e a Rusia y, por lo tanto, de proteger a los países europeos de la amenaza militar que, según perciben, cierne Rusia sobre ellos. Así, ambos ganan algo.

Los perdedores son los ausentes. Los europeos se quejan de no estar ahí, pero habían rechazado la propuesta de Alemania y Francia de celebrar una cumbre con los rusos. No quisieron conceder esa victoria a Putin, quien ha acabado por obtener una victoria aun más importante negociando directamen­te con Estados Unidos. Ucrania también sale perdiendo, puesto que se habla de ella sin que esté presente.

No se hizo caso a alemanes y franceses. Aunque lo cierto es que esos dos países podrían no haberse detenido ahí y haber seguir avanzando en sus discusione­s con Rusia. Hemos pasado de los acuerdos de Minsk, donde estuvieron presentes los ucranianos y los rusos bajo los auspicios de Francia y Alemania, unos acuerdos que permitiero­n poner fin a lo más intenso de los combates y congelar provisiona­lmente el conflicto entre Ucrania y Rusia, a la situación actual en que Francia y Alemania quedan relegadas. Al final, los acuerdos de Minsk no se aplicaron del todo, por supuesto por culpa de Rusia, pero también de Ucrania, sobre la cual quizás no se ejerció presión suficiente.

Constatamo­s, pues, que Putin ya no considera a los europeos como interlocut­ores

Estados Unidos y Rusia hablan de Europa sin que los europeos estén presentes

serios. Se dirige directamen­te a Estados Unidos, obviando a los europeos.

Quizás si Europa quiere volver a contar de nuevo sería necesario que se afirmara más. Y, si algunos países europeos se muestran remisos, quizás haya que avanzar sin ellos. Francia y Alemania sufren también por no haberse distinguid­o de modo suficiente de Estados Unidos en el asunto y haberse alineado al final con las reservas de los países europeos y Washington.

La desbandada estadounid­ense en Kabul del verano pasado, pero también la amenaza de la vuelta de un presidente al estilo Trump a la Casa Blanca son la prueba de que es realmente necesario trabajar en la autonomía estratégic­a europea para defender los intereses europeos. Algunos países europeos ya están dispuestos a ello, otros, no. Hay que trabajar con los que lo están para no convertirn­os en testigos pasivos de nuestra propia historia, como ha ocurrido en la reunión de Ginebra.

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