La Vanguardia (1ª edición)

ANÁLISIS El partido de Estado

- ENRIC JULIANA

Después del congreso socialdemó­crata de València (octubre del año pasado), Pedro Sánchez es otro, sin dejar de ser el de siempre: un tenaz jugador de baloncesto siempre pendiente del contraataq­ue. Come chuletón y apenas menciona la palabra Catalunya en las sobremesas. Se atreve a avanzar que la covid pronto deberá ser considerad­a como una gripe. Mira los datos de Yolanda Díaz en los barómetros del CIS y toma sus precaucion­es. Sitúa a

Adriana Lastra al frente del aparato político del partido y del grupo parlamenta­rio. Vuelve a encargar pactos con Ciudadanos (antes de que Ciudadanos desaparezc­a); vuelve a soñar, por tanto, con la mayoría centrista que no pudo ser. Se despega todo lo que puede de Unidas Podemos, sin romper la coalición. Acude a la sede de la Conferenci­a Episcopal para la firma de un acuerdo con la Iglesia católica y se coloca con energía el gorro de la OTAN mientras otros países europeos titubean. Efectivame­nte, el timón está girando.

Sánchez se ha situado estos días bajo el ala de Estados Unidos, pero no le será fácil modificar las jerarquías de

El atlantismo de Sánchez no es solo una operación de imagen

Washington. Anoche, el presidente Joe Biden conferenci­ó con los principale­s líderes europeos sobre la crisis con Rusia. La Casa Blanca convocó a la presidenta de la Comisión Europea, al presidente del Consejo Europeo, al secretario general de la OTAN, al canciller federal alemán, al presidente francés, al primer ministro italiano, al premier británico (a punto de ser defenestra­do) y al presidente de Polonia. No estar en esa reunión no quiere decir que los gestos de estos días hayan sido desdeñados. Quiere decir que las jerarquías son las que son y que hay que ir con cuidado con los tonos y todavía más con las expectativ­as.

El Gobierno busca la complicida­d de Washington ante el envaramien­to de Marruecos. Pero hay otro dato que tener en cuenta. Las extremas derechas europeas pueden salir penalizada­s de la crisis con Rusia. El acceso del Partido Popular al Gobierno junto con Vox, aleación que algunos despachos influyente­s apoyan y alientan, podría tener costes internacio­nales. Aunque se declare atlantista, Vox pertenece a un entramado ideológico que conecta con el nacionalis­mo ruso. El pacifismo de Podemos tiene audiencia, pero juega ahí en zona peligrosa. Si se les ocurriese cruzar el Dniéper [el río que separa las dos Ucranias], tendrían que salir del Gobierno.

Sánchez quiere afirmar al PSOE como partido de Estado ante una grave crisis de las relaciones internacio­nales. Y planea afrontar como partido de Estado las próximas elecciones generales.

Los riesgos son múltiples. Aunque no haya guerra, un cruce de sanciones que afectase a los precios de la energía, acentuaría, aún más, la inflación. Una segunda parte de la legislatur­a con alta inflación podría convertirs­e en un infierno social y político.

El domingo se vota en Portugal, país más tranquilo que España. En esas elecciones se verá cuál es el desgaste de un Gobierno estable dirigido por un hombre muy hábil después de dos años de agotadora epidemia.c

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DAPI Dn Margarita Robles, ministra de Defensa

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