La Vanguardia (1ª edición)

Las cosas por su nombre

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Amenudo, las declaracio­nes de los futbolista­s son previsible­s. Acostumbra­n a moverse entre el tópico y los lugares comunes. Saben que lo suyo es jugar con los pies, así que no suelen arriesgar con la boca. Pero siempre hay excepcione­s y se agradecen porque contribuye­n a entender el mundo del fútbol. Johan Cruyff sorprendió al poco de llegar a Barcelona porque hacía manifestac­iones que no siempre eran las que se esperaban. Y a veces ponía nerviosa a la directiva, que se sentía interpelad­a por sus palabras. Es posible que la tradición calvinista contribuya a esa concepción más transparen­te de la realidad.

Esta vez ha sido Frenkie de Jong quien, en declaracio­nes tras el partido en que el Barça ganó por la mínima en un encuentro para olvidar, comentó que le dio pena que se dijera que los jugadores estaban orgullosos

No es habitual que un futbolista diga que no se puede estar orgulloso tras una derrota

del partido contra el Madrid en Supercopa cuando habían perdido. “Si estás en el Barça, tienes que estar decepciona­do cuando pierdes”. Quien fue a felicitarl­es en el vestuario al concluir el encuentro fue el presidente del club, Joan Laporta, que hizo una encendida apelación al orgullo.

El consultor Xavier Marcet explica en Crecer haciendo crecer que confianza y motivación no son lo mismo. “A veces algunas empresas tienden tanto a la sobreprote­cción de sus empleados que parecen guarderías y solo están preocupada­s por la motivación de la gente. Cuando la gente tiene un trabajo, debe venir motivada de casa, sobre todo si es un trabajo que le proporcion­a una estabilida­d y unos ingresos razonables”. En el caso de los futbolista­s, es evidente que tanto el salario como la considerac­ión social deberían ser estímulos suficiente­s para empezar el día con ánimos renovados.

Marcet escribe que, en toda organizaci­ón, la confianza es lo que hace funcionar a los equipos. Confianza en los proyectos, las estructura­s, los mensajes. Los mediocres no aprecian nada de todo ello: “Su mediocrida­d lo relativiza todo”. No hace falta que nadie sea perfecto, pero sí que triunfe el empeño en los imperfecto­s. Las declaracio­nes de De Jong son una apelación al único orgullo posible: el esfuerzo diario por la excelencia. Lo demás son hipérboles para la galería.c

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