A las puertas de los Juegos Olímpicos de invierno, la ciudad ha vivido varias semanas de difícil encierro
Wuhan, la ciudad china de 11 millones de habitantes testigo del primer brote de coronavirus, cumplió este domingo el segundo aniversario de su confinamiento en silencio. No hubo discursos institucionales ni Actos oficiales de recuerdo. Tampoco artículos en la prensa local, centrada en cubrir la asamblea legislativa anual o la lucha anticorrupción del Gobierno. Tan solo algún mensaje particular colgado en redes sociales conmemoró el principio de aquel sellado iniciático a cal y canto, criticado en un inicio como demasiado estricto pero replicado luego en otros lugares para contener al virus.
En aquellos días iniciales, Wuhan vivió escenas de caos, con hospitales saturados, cadáveres acumulados en la morgue y escasez de material sanitario. Fueron jornadas de gran incertidumbre, en las que las normas de la cuarentena se endurecieron rápidamente – nada de pasear al perro ni bajar la basura–, y pronto se echó mano de otros recursos como las aplicaciones móviles de rastreo o la erección de la nada de nuevos complejos hospitalarios.
Pero tras 76 días confinados, en los que Wuhan acumuló oficialmente unos 50.000 positivos, algunos todavía con secuelas, y 3.869 fallecidos (casi el 80 por ciento del total registrado en China), la ciudad retomó una normalidad que ya no ha abandonado. Si su último fallecido se registró en abril del 2020, desde el pasado agosto del año pasado no se ha reportado ni un solo caso nuevo. Aun así, carga con el pesado estigma de ser la zona cero de la pandemia y sigue reacia a recordar unos días que dejaron cicatrices profundas en su psique colectiva.
Mientras tanto, las autoridades centrales siguen fieles a la política de covid cero por la que apostaron desde un inicio, que les ha permitido sumar tan solo 105.000 contagios en un país de 1.413 millones de habitantes sin renunciar al crecimiento económico (aunque da signos de desaceleración, su PIB se expandió en el 2021 un 8,1 por ciento).
Para ello, el país mantiene un estricto control de sus fronteras, con largas cuarentenas para los escasos elegidos que pueden traspasarlas, y recurre al libreto de Wuhan sin dudarlo en cuando detecta un puñado de casos.
Es lo que pasó a inicios de diciembre en Xian, una urbe de 13 millones de habitantes famosa por sus guerreros de terracota, que fue confinada tras detectar apenas 150 positivos de la variante delta en nueve días. La ciudad ha vivido varias semanas de difícil encierro, con numerosas críticas por los problemas de suministro de víveres y la muerte de tres pacientes sin covid a los que no asistieron por aplicar las normas de modo inflexible (casos saldados con la destitución de varios funcionarios locales).
Ayer, tras dar por controlado el brote, las autoridades de Wuhan por fin reabrieron la ciudad y levantaron las restricciones para todos los habitantes que posean un código QR sanitario verde.
Esa alegría contrasta con la incertidumbre que se vive en Pekín, donde la variante ómicron hizo acto de presencia hace unos días poco antes de que se inauguren los Juegos Olímpicos de invierno el próximo 4 de febrero.
Desde entonces, se están llevando a cabo campañas de testeo masivo en varios distritos capitalinos y se han extremado las medidas de precaución: cierre de escuelas, suspensión de vuelos internacionales y recomendación de evitar en la medida de lo posible los desplazamientos o comprar productos procedentes del extranjero (conjeturan que la fuente de infección pudo ser un paquete recibido desde Canadá). Nada queda descartado en este momento para impedir que el brote quite lustre a la cita olímpica.c
Covid cero a los dos años de Wuhan