La Vanguardia (1ª edición)

La Guardia Civil, que ya lo tenía en el punto de mira, comprobó que la versión de la llamada era falsa

- L R C,

Si al final se confirma que R., el Manitas , de 40 años, con fama de violento, está implicado en el caso de Esther López, de 35, sería la enésima vez. Otra ocasión en que un sospechoso se delata. El detenido por la desaparici­ón de esta vecina de Traspinedo (Valladolid) dijo a un conocido que habló por teléfono con ella el 17 de enero, cuando llevaba cinco días en paradero desconocid­o. Era mentira. ¿Por qué lo hizo?

Quizá porque es inocente y quiso hacerse el importante. O quizá sentía que el cerco se estrechaba y quería desviar la atención. El vecino receló de su relato porque sabía que el móvil de la mujer está apagado desde su desaparici­ón. Y Esther vive pendiente del teléfono. De hecho, cortar la posibilida­d de hacer o recibir llamadas fue una de las cosas que más asustaron a su familia. Por eso denunciaro­n su desaparici­ón.

Una piedra se lanza a un estanque y se forman círculos, cada vez más grandes. Así se inician las investigac­iones policiales. El primer círculo, familiares y amigos. El segundo, conocidos. Y así sucesivame­nte. Se comienza por el entorno más próximo y se va ampliando cada vez más el radio de las pesquisas. El Manitas estaba en el segundo círculo. No es amigo de Esther, pero sí conocido.

La Guardia Civil ya lo había investigad­o. El día de su desaparici­ón, Esther vio con su pandilla un partido de fútbol en un bar. El mismo amigo que la recogió en casa de sus padres se comprometi­ó a llevarla de vuelta, pero la pareja tuvo una discusión.

Ella le pidió que detuviera el vehículo y se bajó cerca del restaurant­e La Maña, en la urbanizaci­ón El Romeral, donde vive el Manitas. El conductor declaró que se marchó de allí convencido de que llamaría a sus padres o a otro amigo para que la recogiera. Pero su pista y la señal de su teléfono se pierde entonces… Hasta que el sospechoso dijo lo que dijo.

Los investigad­ores, que ya lo tenían en su punto de mira, cotejaron los registros telefónico­s y comprobaro­n la falsedad de su versión. Eso y el temor a que huyera (fuentes próximas al caso aseguran que realizaba preparativ­os que anunciaban su intención inminente de “salir de viaje”) precipitar­on su detención el pasado sábado. Su casa ha sido sometida a un exhaustivo registro que todavía no se ha dado por concluido.

Es pronto para atar cabos. Hay secreto de sumario y todas las hipótesis siguen abiertas, menos la de una desaparici­ón voluntaria. El subdelegad­o del Gobierno, Emilio Álvarez, no descarta hallar a Esther “con vida”, aunque hasta su padre espera “lo peor”. Acabe como acabe todo, y ojalá el subdelegad­o del Gobierno tenga razón, está claro que muchos sospechoso­s se delatan a sí mismos.

Uno de los casos más espectacul­ares de la reciente crónica negra es el del estadounid­ense Stephen McDaniel, que en el 2011 participab­a en la búsqueda de una joven en Georgia. Lo entrevista­ba una televisión local cuando la reportera le dijo que había aparecido el cuerpo. El entrevista­do se desmoronó: él era el culpable.

Sergio R., en libertad provisiona­l a la espera de juicio, está siendo investigad­o por la muerte de su pareja, que desapareci­ó en Málaga en junio del 2019. Este hombre dijo haber recibido watsaps de su novia días después, pero un informe pericial sostiene que se los envió a sí mismo con el móvil de ella. Su pareja escribía correctame­nte y él no: repitió las mismas faltas de ortografía que cometía habitualme­nte.

“¿No pensaréis que he sido yo?”, dijo Rafael Sanz, un vecino de Fuenlabrad­a de 82 años. En mayo del 2019, una amiga, Mercedes, de 84 años, apareció cosida a puñaladas en su casa, que había sido desvalijad­a. Rafael y ella frecuentab­an el mismo bingo, pero él jugaba a cuentagota­s porque iba siempre escaso de dinero. “¿No pensaréis que he sido yo?”, repitió aquel día sin que viniera a cuento. Por primera vez había podido comprar muchos cartones…

Solo el tiempo dirá si la mentira del Manitas (“hablé con ella por teléfono”) es una autoinculp­ación y merece incluirse en esta lista. De momento, la Guardia Civil amplía con buceadores, drones y un helicópter­o a la presa del Duero y a las zonas más agrestes de Traspinedo la búsqueda de Esther. Su padre ha resumido así cómo se siente la familia: “Es como si tuviéramos un puñal clavado y no pudiéramos sacarlo”.c

Sospechoso­s que se delatan a sí mismos

La búsqueda alcanza la presa del Duero; “es como tener un puñal clavado y no poder sacarlo”, dice el padre

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Re trRsdr a cic El detenido se baja de un furgón de la Guardia Civil, camino de su casa, donde continúan los registros
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Có El SOS por Esther

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