Momentos acteónicos
uchos poetas explican su historia. Pero seguramente el relato más célebre es el de Ovidio en las Metamorfosis. Acteón ha ido a cazar con sus amigos. Cuando consideran que ya han matado suficientes piezas, vaguea solo por el bosque y el azar lo lleva a una cueva con una fuente donde Diana toma un baño rodeada de ninfas. Pese los esfuerzos de las acompañantes, que se apresuran a esconderla, Acteón, movido por la curiosidad, no puede evitar mirar y verla desnuda. A partir de entonces, todo se tuerce. Como no tiene las flechas a mano, la diosa arroja agua al rostro del infortunado mientras dice: “Ahora ve a explicar, si puedes, que has visto a Diana desnuda”. Al instante, a Acteón empiezan a salirle cuernos y, al cabo de un rato, ya se ha convertido en un ciervo. Los cincuenta perros que había llevado a la cacería no lo reconocen, se lanzan sobre él y lo devoran.
En La sabiduría de los antiguos (1609), Francis Bacon afirma que esta fábula tan poco bucólica habla de los secretos de los príncipes y que Acteón personifica a aquellos que, sin haber sido admitidos entre quienes pueden contemplar lo que estos hacen a escondidas, han llegado a conocerlo accidentalmente y pagan las consecuencias. Pocos años después, Gabriel Naudé también recuerda, a propósito de los libros que, reflejándose en Tácito o Maquiavelo o publicando los engaños y hechos deshonestos de quienes mandan, exponen los “arcanos” del poder, que la libertad que se tomaban sus autores exponía a los ojos de los profanos, como una Diana desnuda, lo que tendría que seguir cubierto por la oscuridad. Como puede verse, Ovidio, Bacon y Naudé no hablan exactamente de lo mismo. A diferencia del desafortunado cazador cazado de Ovidio, lo que caracteriza a los profanadores de secretos políticos de Naudé es que, al menos de momento, han podido y han osado poder explicar lo que han visto. Y lo que los distingue de los de Bacon es que, en vez de ser unos outsiders, muchos han frecuentado la mesa de los poderosos. Como el propio Acteón, que era de familia principesca y había sido instruido políticamente por el centauro Quirón, como solían serlo los príncipes.
La Diana de Naudé solo tiene de casta la apariencia y su Acteón no peca con la vista sino con la palabra. Su supuesto crimen no consiste en ver lo que no puede
Acteón, movido por la curiosidad, no puede evitar mirar y ver desnuda a Diana
verse, sino en explicar lo que ha visto a quienes nunca debían saberlo. Parece menos el resultado de una imprudencia que de una traición. A lo largo de la historia, los acteones de este tipo escasean o abundan según el clima político. Desde hace unas semanas se multiplican los indicios que permiten pronosticar que 2022, en Catalunya, sin que sea previsible que llegue a caer del cielo un Tácito o un Maquiavelo, será un año muy propicio para su cosecha. Pero una de las tradiciones catalanas más arraigadas consiste en asistir a los espectáculos donde se profana la imagen auténtica de Diana como si fuesen un paseo a caballo de Lady Godiva.