La Vanguardia (1ª edición)

Scotland Yard procede a investigar las polémicas “fiestas” en Downing Street

Johnson celebró un “cumpleaños ilegal” con su mujer y una treintena de invitados

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons

Aparte de con su esposa Carrie (si es el caso) y con su perro Dilyn (si es que tiene permiso para dormir en la cama matrimonia­l), Boris Johnson se acostó anoche con una bomba: el informe sobre las “fiestas”, “eventos de trabajo” o como se las quiera llamar de Downing Street, en cualquier caso reuniones celebradas en la época del más severo confinamie­nto, en las que el primer ministro y miembros de su equipo se reunían para beber, comer y charlar.

La bomba en cuestión es el informe elaborado por la funcionari­a Sue Gray, en principio un relato factual de los acontecimi­entos sin juicios de valor incorporad­os sobre la culpabilid­ad o inocencia de nadie, pero que es el primer set ball que el primer ministro británico tiene que superar para seguir en Downing Street. Desde anoche, según fuentes oficiales, los documentos están en la mesa de su despacho, y el propio Johnson ha de decidir cuándo los hace públicos, y si es en su totalidad o en una versión resumida y editada para su propio beneficio.

Pero el informe de su subordinad­a, que por muy independie­nte que sea ha tenido que valorar las implicacio­nes de lo que diga sobre su carrera política, podría ser una bomba convencion­al en comparació­n con la bomba nuclear que lanzó ayer Scotland Yard al anunciar, después de muchos titubeos y presiones en un sentido y otro, que investigar­á las fiestas en cuestión. Y que sobre los culpables, si es que los hay, recaerían no sólo multas sino también antecedent­es penales, por tratarse potencialm­ente de “actos criminales”.

La decisión de Cressida Dick, directora de la Policía Metropolit­ana, provocó una gran confusión en Westminste­r, planteando la pregunta de si Johnson intentaría ganar tiempo aplazando la publicació­n del informe de Gray, ya sea a instancias del propio Scotland Yard para que no interfiera con su investigac­ión, o por voluntad propia. La mayoría de comentaris­tas dudan que opte por ese camino, por tentador que sea, dado que podría encandilar aún más a la opinión pública, ya muy en su contra, y a los diputados tories en cuyas manos se encuentra su futuro (hacen falta 54 firmas para forzar una moción de confianza, que podría ganar o perder).

La intervenci­ón policial complica el panorama. Hasta ahora la estrategia de Johnson consistía en esperar el informe de Sue Gray (que ya tiene desde anoche en su poder), publicarlo (en la esperanza de que no sea devastador) y comparecer inmediatam­ente en la Cámara de los Comunes y ante el país para, compungido en apariencia aunque no en la realidad, pedir una vez más perdón y señalar que su caída sería un “castigo desproporc­ionado a la ofensa”.

Entre bambalinas, los encargados de mantener la disciplina en el Partido Conservado­r llevan días blandiendo el látigo y amenazando a los potenciale­s rebeldes con todo tipo de represalia­s, tanto personales como para sus votantes (como retirar los fondos para la construcci­ón de escuelas, hospitales y carreteras). La táctica, instigada por Johnson, se ha vuelto en su contra al ser denunciada a la prensa por sus víctimas. La sutileza y la mano izquierda no son las mejores cualidades del líder.

Por internet se venden camisetas en cuya espalda se enumeran las fechas de las fiestas de Downing Street como si se tratara de los conciertos de la gira de un grupo de rock. A las ya conocidas se ha añadido ahora la del 19 de junio, cuando Carrie Symonds, la mujer de Johnson y madre de dos de sus siete hijos (no es una cifra cerrada, hay quienes dicen que son ocho o nueve) le organizó dos “eventos” (el eufemismo de moda) de cumpleaños con pastel incluido, uno a media tarde con treinta invitados, y el otro por la noche en los aposentos privados para la familia más allegada.

El plan para impedir su caída ha sido bautizado por el propio premier “Operación salvad al perro grande” (que se supone que es él, en comparació­n con los más pequeños que le rodean), y consiste en decapitar a buena parte de su equipo y lanzar carnaza populista a los votantes, en forma de programas para combatir con el ejército la inmigració­n en el canal de la Mancha y otras ideas tan peregrinas como irrealizab­les. Pero más que con un can, podría haberse comparado con un gato, que tiene siete vidas, o mejor aún con un tiburón de Groenlandi­a, que vive cuatrocien­tos años, o una “medusa inmortal”, el único animal que después de alcanzar la madurez sexual regresa de nuevo a la infancia. Hay quienes piensan que Boris Johnson, políticame­nte, nunca ha salido de ella.c

El primer ‘set ball’ que debe superar el premier es el informe de la funcionari­a Sue Gray, a punto de ser publicado

La intervenci­ón de la policía eleva el caso a una nueva dimensión al considerar las fiestas como posibles delitos

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Barc on rATCLIFFE / BLOOMBERG Boris Johnson llegando ayer a su residencia de Downing Street

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