La Vanguardia (1ª edición)

No voy a entrar en polémicas con Shapovalov; sé que es un buen chico”

- ER RE

El mismo Rafael Nadal (35), ante el micrófono de la Rod Laver Arena y frente a Jim Courier (cuánta iconografí­a en un único escenario), decía:

–Todo esto es fascinante. Hace dos meses, ni siquiera sabía si podría volver a jugar.

Y la reflexión, por sincera, multiplica aún más la admiración que el personaje despierta. Porque sí, es cierto.

Hace dos meses, Nadal ni siquiera sabía si podría reaparecer en una pista de tenis.

Aquellos, en Manacor, habían sido días oscuros: sus problemas físicos le habían impedido competir en Wimbledon, los Juegos de Tokio, el US Open y el torneo de maestros. ¿Cómo describir los dolores que le produce su lesión crónica en el pie, el mal de Müller-Weiss?

Hace 17 años que Nadal lidia con ese contratiem­po. Casi toda su carrera deportiva. El diagnóstic­o desemboca en una displasia: células anormales atacan un tejido. En este caso, se trata del escafoides tarsiano de un pie. La pieza es decisiva, básica para caminar, correr y saltar.

–Tengo el escafoides partido por la mitad. Me tocará arrastrar esto por el resto de mi vida. Lo demás es engañaros a vosotros y engañarme a mí –había dicho Nadal días atrás–. Si aún juego, es porque me hace feliz y porque me motivan los retos. Si llega un momento en el que el dolor supera todo lo demás y me quita la ilusión de lograr los objetivos, será la hora de pensar en otras cosas.

(...)

Revisando el encuentro de ayer, su elaborada victoria ante

Denis Shapovalov, exigente esfuerzo de cinco sets y 4h08m, advertimos que Nadal mantiene la ilusión.

Basta con recuperarl­e celebrando los puntos y más tarde frunciendo el ceño, ya a partir del tercer set, cuando Shapovalov (22) empezaba a levantar el vuelo.

Confundido, el balear ya no corría en los golpes esquinados. Se le había desinflado el servicio. Agobiado, volvía la mirada hacia la tribuna de su equipo, con Carlos Moyá, Rafael Maymó y Carlos Costa al frente. Pedía al médico. Se tomaba una pastilla. Incluso se quejaba del mal cordaje de las raquetas.

Perro viejo, se trataba de sacar de quicio a Shapovalov, más pez en estas lides.

–Empezaba a sentirme mal en el estómago. Por fortuna, he conseguido corregir esa situación. He sufrido un golpe de calor. Desde luego, ya no tengo 21 años –se justificab­a.

La estrategia había dado sus resultados. Minutos antes, el canadiense reventaba la raque

Normalment­e te dan un poco más de tiempo y me tomé 30 segundos más. Lo necesitaba y el árbitro actuó correctame­nte. Yo cumplo las reglas. Creo que él se ha equivocado al protestar. Entenderá que necesito cambiarme. Hay una nueva regla, que es el toilet break. Y yo sigo las normas. No creo tener un trato preferenci­al porque en la pista no lo merezco. No hay ventajas para los grandes jugadores en la pista. No es verdad porque ahora existe el reloj. Supongo que le cuesta aceptar la derrota. Es joven y todos hacemos errores. No voy a entrar en polémicas con él porque es un buen chico.

(el viernes, Nadal se juega el pase a la final ante Matteo Berrettini; ahora mismo, el balear se encuentra a dos pasos del 21.º Grand Slam, el desempate con Federer y Djokovic).c

Rafael Nadal

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain