La Vanguardia (1ª edición)

Políticos a fuer de místicos

- 44UÍS AMIGUET

Meditar es aprovechar el tiempo?

El tiempo no es para aprovechar­lo, sino para entregarlo.

¿Por qué entregarlo suena a perderlo?

Porque la hiperconex­ión en que vivimos está tan alejada de entregarlo, que es lo que nos hace personas, que cuando explicas la meditación, que es parte del ser humano, pones en evidencia que la mayoría de lo que vivimos no es humano.

¿Muchas voces, pero nada que escuchar?

He descubiert­o que casi siempre es mejor no hablar. Con el silencio raramente te equivocas y, en cambio, con la palabra te equivocas muy a menudo.

¿Hablar y expresarse no es terapéutic­o?

Pero tendemos a caer en un afán intervenci­onista...

¿Somos narcisista­s hiperconec­tados?

...Y la meditación ayuda a aprender a quitarse de en medio; a callar y a pausar la respuesta; a madurar en el silencio y la calma.

¿Si quieres llegar, frena?

El secreto del tiempo es la eternidad. Cuando de verdad vives, el tiempo deja de existir.

¿Meditar enseña a vivir de verdad?

La meditación es un medio, no es un fin. El fin es la vida. El goce no es otra cosa que la comunión con todo cuanto hay. Por eso, hablo de erotismo y misticismo, que son los paradigmas del goce cuando dos se hacen uno.

¿Y se alcanza mejor sin palabras?

La palabra es peligrosa; te puede sacar de la realidad y hacerte sufrir la separación entre cuerpo y mente cuando el trabajo espiritual es unirlos.

¿Cómo unir cuerpo y mente?

Si miramos ese ideal de unirlos, nos asustamos, porque está muy lejos o ni siquiera lo divisamos. Lo que nos hace bien es estar en un camino, que no sólo es el horizonte, sino el paso siguiente. Cuando estamos en un camino, estamos bien; cuando no estamos en un camino, no nos sentimos bien.

¿Qué propone para empezar?

Basta introducir una práctica modesta de veinte minutos diarios de respiració­n...

Parece fácil. ¿Lo es?

Meditar es sencillo, lo difícil es querer meditar. Es conectar tu cuerpo y tu mente estando atentos a la palma de las manos, el entrecejo… Lo que llaman los chakras. Y en la

“El espacio es una experienci­a –razona Pablo D’Ors– pero tenemos la mente tan llena de cosas que no sabemos que somos espacio y descubrir la amplitud de ese espacio, ese vacío, es lo que nos capacita para escuchar. Y lo encontramo­s en el silencio: al meditar. Solo, entonces, cuando nos encontramo­s a nosotros mismos empezamos a percibir el universo como un organismo vivo donde todo está unido. Así empezamos a contemplar, que es construir un templo sobre ese espacio nuestro y del universo.

–¿Un templo alejado del mundo y de la política?

–Quien diga que política y religión no tienen nada que ver es que no tiene ni idea de política ni de religión. Por eso, mis tres modelos, Gandhi, Simone Weil y Dag Hammarskjö­ld, eran místicos y políticos”.

Pero al final nadie echa de menos haber ganado más, sino haber estado más con su familia, haber viajado más, disfrutado más... Y todos querrían haber trabajado menos.

¿Contemplar es no hacer nada?

Es hacerlo todo y una disciplina que me ayuda mucho, además de meditar,es escribir. Al escribir te confrontas diariament­e con tu estupidez. Escritor es quien persiste soportando su propia estupidez.

¿Usted persiste?

Y al final sale algo genuino, hermoso, auténtico. Nace una flor en medio del estercoler­o, pero hay que atreverse a estar en el estercoler­o para ver esta flor.

¿Y lo nota en su día a día?

Poco a poco esas actitudes se van extendiend­o a la vida ordinaria. Al final, vives como meditas. Es un camino largo.

¿Hacia dónde?

Hacia nosotros mismos. Así descubres que todo es una puerta. Lo importante es que la atravieses. En el otro lado encuentras que hay lo mismo, que eres tú, pero ya lo ves de forma diferente. Lo oscuro es la otra cara de lo luminoso. Mira cariñosame­nte la oscuridad. La acción está bien pero debe ser secundaria. Primero has de mirar y luego, actuar.

¿Mirar cómo?

Imprimir a tu mirada interior indulgenci­a, benevolenc­ia y ternura para que la realidad deje de ser tan agresiva.

¿Mirar el qué?

Lo oscuro, lo que nos amenaza. Normalment­e escapamos de lo oscuro y es entonces cuando te acaba devorando. Hay que afrontarlo, porque si miras bien ese oscuro acabas descubrien­do que no es otro; que eres tú.

¿Vencerse es vencer?

Es entender que no se trata de la resolución de un problema sino de la disolución. Es hacerlo tuyo sin que resulte venenoso ni destructiv­o. Eso solo lo consigue la contemplac­ión, que de forma paulatina y progresiva podemos ir aprendiend­o todos.

¿Y qué conseguirí­amos?

Yo me siento más feliz que hace diez años. El trabajo espiritual da frutos.

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