La Vanguardia (1ª edición)

El hijo del dictador Marcos, gran favorito en las presidenci­ales filipinas

La familia saqueó el país y su heredero concurre en tándem con la hija de Duterte

- Hong Kong. Correspons­al

El lunes, los filipinos tienen una cita con las urnas para elegir entre un liderazgo con tintes autocrátic­os o retomar la senda progresist­a perdida. De un lado, está el tándem dinástico formado por Ferdinand Bongbong Marcos, heredero del dictador que saqueó al país hace décadas, y Sara Duterte-Carpio, hija del actual dirigente Rodrigo Duterte, que ha hecho de la mano dura el santo y seña de su mandato. Del otro, la actual vicepresid­enta, la abogada de derechos humanos y activista Leni Robredo, a la que apoyan los detractore­s de las poderosas familias contrincan­tes. Dos opciones radicalmen­te opuestas en la que la primera parte como clara favorita.

De acuerdo con las últimas enPara cuestas, Bongbong alcanzaría la presidenci­a con casi un 60% de los 67,5 millones de votos en liza (Sara Duterte se llevaría la vicepresid­encia, que se vota por separado, con el 55% de las papeletas). Mucho

más atrás quedaría Robredo, a la que los sondeos le otorgan alrededor del 25% de apoyos. El resto se lo reparten entre candidatos como el actor y actual alcalde de Manila, Isko Moreno (8%), o el excampeón mundial de boxeo Manny Pacquiao (5%).

Bongbong, de 64 años, estos resultados no son flor de un día. Sus padres, Ferdinand e Imelda Marcos (la de los mil pares de zapatos) dejaron un amargo recuerdo tras dos décadas de dictadura y expolio (1965-1986). En 1972, el mandatario decretó la ley marcial, que empleó para triturar a la oposición con decenas de miles de arrestos, torturas y más de 3.200 asesinados. Junto a sus secuaces, los Marcos saquearon las arcas del Estado hasta acaparar una fortuna estimada en 10.000 millones de dólares. En 1986, un movimiento popular revolucion­ario tomó las calles y forzó su huida rumbo a Hawái, donde el patriarca murió por enfermedad tres años más tarde.

Pero desde que el gobierno de Corazón Aquino les permitió regresar a Filipinas en 1991, la dinastía ha ido recuperand­o terreno político en las urnas, con escaños en el Congreso y el Senado o puestos de liderazgo en feudos como su provincia natal de Ilocos Norte. A su favor han jugado la incapacida­d de los sucesivos gobiernos de acabar con lacras como la corrupción o la pobreza –situación agudizada por la pandemia–, el apoyo brindado por sus poderosos aliados y contar con los recursos necesarios para financiar una campaña de blanqueo de su pasado.

Desde hace años, en medios tradiciona­les y redes sociales, patrocinan una narrativa que exagera los logros de Marcos padre (infraestru­cturas, seguridad, relaciones internacio­nales), niega o minimiza sus abusos y difama sistemátic­amente a sus rivales, de manera que a las nuevas generacion­es les llega la idea de que la suya fue una “época dorada”.

Pese a su falsedad, el mensaje cala entre una gran parte del electorado, sobre todo jóvenes que no vivieron aquellos años de plomo, con encuestas que señalan que siete de cada diez filipinos de entre 18 y 24 años votarán por Bongbong. “(Los Marcos) tienen la ventaja de elaborar una narrativa atractiva, que sabemos que distorsion­a los hechos históricos”, señaló el politólogo Temario Rivera.

Robredo, que en el 2016 consiguió derrotar por la mínima a Bongbong en la lucha por la vicepresid­encia, lucha por impedirlo. Junto a su armada de dos millones de voluntario­s (los aliados rosas, por el color de sus camisetas), ha ido puerta a puerta para tratar de contrarres­tar la falsa narrativa de los Marcos, a la par que ofrecen promesas de prosperida­d económica y de acabar con la sangrienta campaña antidrogas de Duterte, que oficialmen­te ha dejado más de 8.000 muertes (algunas organizaci­ones de derechos humanos hasta triplican esa cifra). Sin embargo, la sensación general es que han llegado demasiado tarde.

Bongbong ha hecho todo lo posible por evitar patinazos como los de la última campaña, en las que no supo contestar a preguntas básicas como cuánto cuesta un viaje en autobús o el número de jueces asociados a la Corte Suprema. Para ello, se ha limitado a acudir a actos de campaña arropado por los suyos, no debatir en público con sus contrincan­tes y mandar mensajes genéricos de unidad y confianza. “Es una de las mayores ironías de estos comicios. La marca política más divisiva y polarizado­ra de la historia del país se ha apropiado del mensaje de unidad y esperanza”, analizó Julio Teehankee, de la Universida­d La Salle en Manila.

El probable triunfo del dúo Marcos-Duterte pondrá de relieve que la alta política en Filipinas es cosa de unas pocas dinastías, que se reservan el control de grandes sectores de la economía o el 70% del Congreso y el Senado. Pasada la euforia inicial, los ganadores deberán ponerse a atender con urgencia temas como la recuperaci­ón económica pospandémi­ca o las relaciones con el poderoso vecino chino.c

Ferdinand e Imelda gobernaron el país durante dos décadas hasta que la ira popular les echó

La demócrata Robredo, abogada y activista, tiene pocas opciones de salir elegida

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CLresp LraCl / RCUTCRs Ferdinand Bongbong Marcos, al que las encuestas dan casi un 60% de los votos

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