La Vanguardia (1ª edición)

“La situación es grave”, advierte el president al jefe del Gobierno, que admite que “hay que resolverla”

- ÀLEX TORT JUAN CARLOS MERINO

Pedro Sánchez no va a saber hasta que se reúna a solas y cara a cara con Pere Aragonès si para romper el hielo va a necesitar solo un picahielos o más bien un taladro percutor. El espionaje reconocido por el Centro Nacional de Inteligenc­ia (CNI) al propio president pesa como una losa. Ayer se saludaron y se vieron en Barcelona en el marco de los actos organizado­s por el Cercle d’Economia en el hotel W. Con rostros mesurados y serios, primero hablaron unos segundos, lo justo para que el presidente de la Generalita­t le expresara que “la situación es grave” y que para desenredar­la “hay que hablar cara a cara”, y para que el jefe del Gobierno asintiera y se emplazaran a verse, pero sin fecha ni lugar ni cualquier otra concreción.

La conversaci­ón posterior de poco más de dos minutos en la misma puerta del edificio, a la espera de la llegada de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, dio para poco. Aragonès insistió en que el Gobierno debe “tomar medidas”; Sánchez atendió con cortesía, pero en ningún caso se ahondó en un futuro encuentro.

No hubo más. La incomodida­d era palpable hasta que ambos se parapetaro­n en conversaci­ones a cuatro, principalm­ente con el presidente del Cercle d’Economia, Javier Faus, y Ursula von der Leyen. Luego, frialdad de nuevo, con un intento frustrado de Sánchez de limar asperezas con un “estimado Pere Aragonès” que improvisó y colocó con calzador en su discurso público y una “firme voluntad de continuar avanzando en el diálogo, la negociació­n y el acuerdo”. El jefe de Govern no aplaudió la intervenci­ón del presidente del Gobierno y evitó cualquier otro contacto.

Aragonès tiene dificultad­es para congeniar con Sánchez. El entorno independen­tista tampoco se lo pone fácil y duda de la convenienc­ia del contacto. Horas antes de este saludo, Carles Puigdemont, al hilo de un comentario de Marcel Mauri, exvicepres­idente de Òmnium Cultural, cargaba con un “idos a la mierda”. El expresiden­t lo dedicó al Gobierno, a quien acusa de estar detrás del espionaje a una sesentena de personas mediante Pegasus. “No nos podemos sentar nunca más en una mesa con esta gente hasta que no tengamos que decidir los términos de la separación”, expresó Carles Puigdemont.

Jordi Sànchez, secretario general de Junts, ironizó todo lo que pudo y más: “Supongo que en dos minutos habrán resuelto el conflicto político en Catalunya”. “Estoy esperando la llamada del president Aragonès para decir que tenemos ya garantías de una comisión de investigac­ión, de poder ejercer el derecho de autodeterm­inación y de que el Congreso dispone de una mayoría para promulgar la ley de Amnistía”, añadió. La ironía es ambivalent­e: dardo a Aragonès y dardo a Sánchez.

El número dos de Junts estuvo acompañado por algunos de

Seriedad.

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