La Vanguardia (1ª edición)

ENTREVISTA

- JOAQUÍN VERA

Fernando Rueda (Madrid, 1960) es el espía de los espías españoles. Periodista y profesor de la Universida­d Villanueva, ha hecho correr ríos de tinta sobre las actividade­s secretas del Centro Nacional de Inteligenc­ia: escuchas, dossiers, montajes y las acciones más sucias del espionaje.

Se cumplen 20 años de la refundació­n del CNI. ¿Cree que ha cumplido las expectativ­as que tenía cuando mudó de piel?

Cuando en el 2002 se cambia el CNI es por una reacción a todos los escándalos graves que se habían producido hasta ese momento. Intentan vender una nueva imagen, pero es solo eso. El CNI no es ni la Policía, ni la Guardia Civil, ni los Mossos. Es un servicio secreto que trabaja para informar al gobierno de los temas más graves y más preocupant­es que le afectan. Su trabajo es informar única y exclusivam­ente al Gobierno. Eso era antes y es ahora.

¿Considera que el escándalo Pegasus está deterioran­do la imagen del CNI?.

Hay mucha gente que no quiere pegar la bofetada en la cara de su amigo. Entre el gobierno e independen­tistas parece que no hay una guerra, sino que están pegando patadas en el culo del CNI. El Gobierno lleva a cabo anualmente un listado, en el que dice qué tiene que investigar. El Gobierno dice y el CNI cumple órdenes. Y cuando tiene que hacer un pinchazo se lo pide a un juez. Por tanto, hay críticas al CNI que son claramente injustas porque cumple con su trabajo. Lo que nos puede gustar o no es lo que le dice el Gobierno qué tiene que hacer.

¿Queda en evidencia el CNI cuando Moncloa informa que el presidente ha sido espiado?

Aquí lo que queda claro es que los sistemas de contrainte­ligencia no han funcionado. Es verdad que el atacante siempre lleva la ventaja porque es el que crea el virus, pero Pegasus existe desde hace varios años. Por lo tanto, se debía haber producido un mecanismo de defensa. Ha habido un fallo de seguridad. Parte de ese fallo debería haberse avanzado por el CNI, sin duda. Pero también es verdad que el CNI tiene unos protocolos y no ejerce el control diario de las conversaci­ones del presidente.

¿En qué lugar queda un país en el que a su presidente le han robado 2,5 gigas de datos?

Al mismo nivel que Estados Unidos, Merkel, Mohamed VI… El problema es que nosotros hemos hecho un reconocimi­ento de ello. Convocar una rueda de prensa desde Moncloa para reconocer que te han espiado el teléfono del presidente y la ministra es algo que se sale bastante de los comportami­entos habituales. Una interpreta­ción desde mi punto de vista es poder defender que ‘ha sido legal el de los independen­tistas, sin embargo el mío ha sido ilegal’.

¿Afecta esto a la reputación del CNI entre otros cuerpos de inteligenc­ia de otros países?

Sin duda. Esto muestra que hay una clara falta de confianza del Gobierno, al menos del presidente y de algunos ministros en el CNI. Esa falta de confianza, sin duda, produce un deterioro. El problema es que hay veces que los servicios secretos amigos, de repente, dejan de pasarte informació­n sensible porque piensan que no eres seguro, aunque eso dura lo que dura. Todo se recupera.

¿La recuperaci­ón de la imagen y reputación puede pasar por las dimisiones?

Los sistemas habituales tienen un cortafuego­s para que estos temas no lleguen al presidente. Lo primero que hacen es poner un alto cargo al mando del servicio de inteligenc­ia, alguien de su confianza, que llegado a este extremo pueda dimitir. En España hay otro cortafuego­s que es la ministra de Defensa. En el escándalo del 95, primero dimitió el director del Cesid, luego el ministro,

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