La Vanguardia (1ª edición)

La hora de los moderados

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Quien siente plaza de moderado –si lo hay– ganará las próximas elecciones generales en España. Aquellos que, fiándolo todo a la totémica distinción entre derecha e izquierda, se encalabrin­en, suelten a sus mastines, lubrifique­n a sus medios y carguen la suerte contra uno u otro de los dos bandos del arco político –derecha o izquierda– se pegará un tortazo de impresión. Pero para ello será necesario que haya alguien –sea quien sea y proceda de donde proceda– que apueste por la moderación y dé la sensación de que dice lo que piensa y procurará hacer lo que dice. Es decir, que tenga alguna credibilid­ad, una brizna de autoridad moral, atributo este hoy desapareci­do de la política española gracias a los excesos de todo tipo perpetrado­s por sus protagonis­tas.

¿Por qué sostengo esta tesis desde hace ya años, corriendo el riesgo de aburrirlos? Por una razón sencilla: porque detecto en la gente una sensación de hartazgo y de rechazo explícito por la radicaliza­ción y el enconamien­to crecientes de la vida política española. Que los dos grandes partidos –PP y PSOE–, que deberían tener vocación de centralida­d, hayan incurrido en este desatino puede costarles muy caro si persisten en el error. Que piense el PSOE, hoy en el poder y por tanto más responsabl­e, lo que le acaba de suceder al Partido Socialista francés: ha sido laminado. Insisto, por tanto, en que el PSOE y el PP deberían acordar entre sí media docena de temas básicos, comenzando por un pacto que afronte las graves consecuenc­ias de la actual crisis económica, para evitar así los efectos desestabil­izadores del sistema provocados, de continuo, por la necesidad de recabar apoyo parlamenta­rio a partidos que son por sus hechos, cuando no también por sus palabras, claramente antisistem­a. Lo que no los excluiría de la dialéctica democrátic­a por el debido respeto a la innegable legitimida­d de sus votos, sino que solo evitaría, en aras precisamen­te de esta democracia, que ejerzan una continua labor de zapa del régimen.

Viene hoy a cuento esta reflexión por la iniciativa adoptada por el señor Feijóo de proponer al presidente Sánchez que, en las próximas elecciones, el partido más votado de los dos grandes pueda gobernar gracias a la abstención del otro, si esta es necesaria. Esta oferta ha merecido una rápida respuesta presidenci­al: no. El presidente Sánchez quiere persistir en un enfrentami­ento cerrado: “Aquí va a haber un gobierno de coalición de la derecha con la ultraderec­ha o un gobierno de centroizqu­ierda con el PSOE y lo que represente el espacio de Yolanda Díaz”, ha dicho, al tiempo que descabella a Podemos y lo deja para el arrastre. El presidente insiste impertérri­to en que la izquierda garantiza la democracia, mientras que la derecha unida busca su destrucció­n. Y lo argumenta así: “Hay que ser implacable contra la corrupción” (se entiende que solo la del PP), “no ceder al chantaje de la extrema derecha en la violencia contra la mujer”, y defender un “Estado de bienestar más fuerte” frente a la rebaja de impuestos propuesta por Feijóo. O sea, las derechas toleran la corrupción y la violencia contra la mujer, al tiempo que recortan el Estado de bienestar.

Está claro: los míos y yo somos el bien absoluto sin mezcla de mal alguno, al contrario de lo que sucede con la derecha y la extrema derecha, en las que se condensa todo el mal. Así las cosas, no vale la pena entrar en debate. Basta hacerse una pregunta: ¿es realista la postura del presidente Sánchez? ¿De veras piensa que las cosas son tal y como él las dice? Si así lo cree, está perdido. Su despertar será muy duro, porque la realidad es vista como más compleja por buena parte de los ciudadanos.

Ha sonado la hora de los moderados, que son mayoría. La hora de los realistas que no creen en dogmas y que buscan el interés general por encima del suyo inmediato. Alguien tiene que atender a esta llamada. Si el presidente y su partido no lo hacen, otros lo harán por ellos. Hay que tener muy presente que la esencia última de la democracia es, por encima de elegir a los que mandan, echar a los que están en el poder.c

¿De veras piensa Sánchez que las cosas son como él las dice? Si así lo cree, está perdido

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