La Vanguardia (1ª edición)

“Busco las 3h30m; creo que el objetivo está a mi alcance, pero no subraye ese dato, no me meta presión”

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I was caught

In the middle of a railroad track AC/DC, ‘Thunderstr­uck’

Los rituales.

¡Cómo les gustan esas cosas a los maratonian­os!

Algunos, en la víspera del maratón, rezan y se santiguan.

Otros tienden la ropa sobre la cama: analizan los pliegues de los calcetines y las zapatillas, centran el dorsal en la camiseta, les tiemblan los dedos y se pinchan con los imperdible­s, qué nervios, puñetas, cuentan los geles y revi- san las cremas contra las rozadu- ras, las miran y las remiran y al fin, supuestame­nte convenci- dos, apagan la luz y se tumban.

Al rato se despiertan, por su- puesto, pues en la profundida­d de la noche tormentosa se les ha cruzado un pensamient­o:

–¿Cuántos geles necesito? ¿Eran tres o cuatro?

Así que encienden la luz, hurgan en la mochila y venga, otra vez a revisar el material, no vaya a ser que falte algo.

Así velan armas los maratonian­os.

David Escudé (47) es muchas cosas (entre ellas, concejal de Deportes del Ajuntament de Barcelona), y también maratonian­o, y por lo tanto tampoco concilia el sueño en la víspera. ¿Qué hace, entonces? Monta el playlist para la carrera. (así va a pasar esta noche, pues mañana disputará la Zurich Marató de Barcelona, el quinto maratón de su vida).

l–¿Con qué música piensa usted arrancar? –le pregunto.

–AC/DC: Thunderstr­uck, siempre. –¿Heavy metal?

–Para los primeros tramos escojo lo más duro: más AC/DC, It’s a long way to the top. Luego, para el intermedio, busco piezas más ligeras. Pero al cierre vuelvo a ir fuerte: Sepultura, Metallica, Iron Maiden...

Analizo su lista y me explota la cabeza. No me veo escuchando esa música al correr un maratón. De hecho, ya no me veo corriendo un maratón.

Ya se me pasó aquella fiebre.

(...)

–¿Y qué objetivo se ha marcado usted? –Busco las 3h30m. Mi mejor marca hasta ahora está en 3h40m. Creo que el objetivo está a mi alcance, pero no subraye mucho ese dato, no me meta presión.

(lo siento, señor Escudé, le he desobedeci­do).

Estuvimos hablando de todo esto a mediados de esta semana, mientras trotábamos por Montjuïc, a un paso de su despacho en el Institut Barcelona Esports.

Estos episodios abundan en su vida: David Escudé sale a trotar a mediodía. A veces, asciende al castillo de Montjuïc. Otras, se va Diagonal arriba y abajo, arrancando desde la plaza de les Glòries, y se patea sus barrios, aquellos escenarios que tanto adora y reivindica, El Clot y Sant Martí.

–Usted me dice que corre a mediodía. ¿No come? –le pregunto.

–Nueces e higos secos.

–Arrasará la nevera de noche...

–La arraso.

–¿Cómo lo lleva su familia?

–En noviembre corrí el maratón de València y, seis meses más tarde, estoy en el de Barcelona. Mireia, mi mujer, me dice: ‘Ya basta, ¿no?’.

–¿Y usted?

–Yo le digo: ‘No volveré a correr dos maratones en seis meses, pero seguiré corriendo maratones...’.

–¿Y su hija?

–A veces, Nora, que ya tiene seis años, viene a correr conmigo. No sé, igual logro con ella lo que mi padre hizo conmigo. –¿Qué hizo su padre?

–Mi padre, Jordi (73), corría de joven y sigue haciéndolo. Juntos, hemos hecho algunos 10K. Aún los hacemos. Yo debía tener diez años y él me sacaba a correr. Me enseñó cómo se hacía. Me decía que fuera por sensacione­s. Me decía: ‘No mires el reloj o no podrás correr de viejo’.

–Y llevaba razón...

–Me llevó a correr en la sección del Barça. En los ochenta había una bonita pista de atletismo, de tierra, de 250 m, tras el Miniestadi. Probé de todo: longitud, vallas, los 2.000 m. Yo era pequeñajo y cuando saltaba altura, apenas me elevaba hasta la colchoneta. Lo dejé y me pasé al fútbol hasta que ya, más mayor, licenciado en Derecho, volví a correr. Ahora, con mis compañeros de Barcelona Esports, no me queda otra: este maratón lo correremos cuatro de los cincuenta profesiona­les de la entidad... –¿Y su madre?

–Leonor, mi madre, aún me dice: ‘Niño, ¿te vale la pena?’. Y yo asiento y bajo la cabeza. ¡Claro que lo vale!

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