La Vanguardia (1ª edición)

Obreros maduros en el norte, jóvenes y religiosos en el sur

La extrema derecha europea comparte ideario y discurso pero no electorado

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mático desde un discurso predominan­temente etnicista a la reivindica­ción de un sistema público nacionalis­ta. Esto le ha permitido ampliar su base electoral para capturar también un voto joven y femenino, perfiles mucho más alejados de sus seguidores tradiciona­les.

Más allá de las particular­idades de cada país, la extrema derecha tiende a arraigar mejor entre las clases más humildes en los países del oeste de Europa, mientras que en algunos estados del sur como Italia o España tener bajos ingresos es un factor estadístic­amente relevante para no acabar votando a la ultraderec­ha.

Respecto al factor de la edad, en España, Hungría y Eslovenia el votante de extrema derecha tiene entre 35 y 44 años, la franja más

El cambio de discurso de Le Pen le ha permitido feminizar y rejuvenece­r a sus votantes

joven de Europa, después de Dinamarca, cuyo perfil tiene entre 25 y 34 años. Tal y como apunta el mismo informe, en España el votante es más joven porque en franjas más altas todavía tienen presente el recuerdo de la dictadura.

Los partidos, sin embargo, no se definen por sus votantes, que cambian a lo largo del tiempo, sino por su base ideológica. Las diferencia­s entre el electorado son un reflejo del contexto estatal y de cómo a la vez las formacione­s políticas modulan sus discursos para adaptarse a él.

Los partidos de extrema derecha en Europa comparten un ideario xenófobo –que les permite sacar un mayor rédito electoral–, un discurso chovinista, que clama por el retorno a la nación en contra de la integració­n europea, y una crítica a la estructura de partidos tradiciona­les. En los últimos 20 años estas narrativas han ganado terreno en el Viejo Continente y hoy en día aglutinan más del 10% de los votos en una docena de países. En la mitad de ellos sus apoyos rebasan el 20%, y superan el 50% en Hungría y Polonia.

“En mayor o menor medida, estos partidos comparten estos tres factores y, luego, dependiend­o de las circunstan­cias nacionales, se intensific­a un factor u otro”, detalla Rodríguez-Aguilera. “Por ejemplo, en Polonia no tiene sentido que la formación Ley y Justicia haga propaganda antimusulm­ana porque apenas hay, y en cambio es más rentable denunciar la corrupción política. El partido griego Aurora Dorada consideró en su momento que su enemigo era el sistema democrátic­o y en cambio en Italia, la Liga ha potenciado el discurso antiinmigr­ación”, ejemplific­a el catedrátic­o.

El éxito de estos discursos y el avance de la ultraderec­ha –consideran los expertos– son consecuenc­ia de la falta de soluciones políticas del sistema de partidos tradiciona­les. La extrema derecha se hace fuerte en aquellas cuestiones que las fuerzas políticas clásicas no han abordado en los últimos años.c

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JANEK SKA ZYNSKI / AFP Un manifestan­te hace el saludo nazi durante una protesta de la extrema derecha en Varsovia en el 2015

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