La Vanguardia (1ª edición)

La triturador­a política

- Enric Sierra

Muchas veces criticamos a los políticos y tendemos a meterlos a todos en el mismo saco. Las generaliza­ciones nunca son buenas y, aunque hay una larga lista de políticos que han dado un mal ejemplo, siguen siendo mayoría los que se dedican dignamente a esta tarea. Pero, como pasa en todas las actividade­s, hay políticos con un mayor nivel de reconocimi­ento y gratificac­ión que otros. Y en este punto me gustaría subrayar el trabajo que realizan los miles de concejales de los más de 8.100 ayuntamien­tos de España, especialme­nte de los pueblos medianos y pequeños. Mayoritari­amente son gente con vocación de servicio, y esa actitud supera cualquier otra de las circunstan­cias desagradab­les que se dan cuando se ostenta un cargo municipal. Cobran muy poco con relación a la dedicación y el esfuerzo personal que hacen y carecen de la comprensió­n y la valoración de las estructura­s de sus partidos, que piensan más en objetivos políticos de caza mayor que en la lluvia fina que supone la administra­ción del día a día de las necesidade­s de sus electores.

La tarea de concejal no entiende de horarios ni de fines de semana ni de festivos. Siempre tienen que estar a disposició­n de sus conciudada­nos. Está claro que hay manzanas podridas, como sucede desgraciad­amente en todos los ámbitos de la sociedad, pero son los menos. Además, las maquinaria­s de los partidos son implacable­s y prescinden de sus servicios atendiendo a variables que, a menudo, se escapan del interés local. Actúan como una triturador­a dejando un rastro nefasto que hace desistir a quienes sienten esa misma vocación de servicio.

Algo parecido pasa en el mundo laboral, y la reacción de las nuevas generacion­es no se ha hecho esperar. En Estados Unidos ya se ha detectado el fenómeno de la gran renuncia de empleados que han decidido abandonar sus trabajos. En este sentido, lean, si no lo hicieron ayer, el reportaje de Mayte

Rius en Sociedad sobre la necesidad imperiosa de crear nuevos liderazgos que ilusionen y sean capaces de gestionar equipos con mayor sensibilid­ad. Aplica a la política y a todos los órdenes de la vida, porque maltratar la vocación es muy improducti­vo.

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