La Vanguardia (1ª edición)

Las espantadas autonómica­s no son letales

- ANXO LUGILDE

Alberto Núñez Feijóo es como un eucalipto cuyo prodigioso fortalecim­iento en el bosque gallego le llevó a ser trasplanta­do a la madrileña calle Génova, con deseos de lucirse en la Moncloa. Como este árbol de origen australian­o, para medrar tanto secó lo que tenía a su alrededor. Tras 16 años totalmente encomendad­o a su líder, que llegó a mandar mucho más que el propio fundador Manuel Fraga, el PP de Galicia se siente “huérfano”, según se escucha estos días en público y privado. Para salvar la Xunta, de cara en principio al 2024, se encomienda a la sombra de Feijóo, tanto en lo que pueda seguir aportando desde Madrid el ya presidente del PP español, como a través de quien hizo esa función en Galicia estos años, el hasta ahora vicepresid­ente primero, un político bregado pero poco conocido, Alfonso Rueda.

El bosque del PP ha perdido a su principal ejemplar, el equivalent­e político del Avó (el abuelo), un venerado eucalipto gigante de 140 años del Souto da Retorta, en Viveiro. Pero sigue contando con cientos de miles de árboles, de votantes fieles, así como los rayos del sol de la Xunta y la eficiente estructura productiva del partido.

Enfrente, en lo que sería el muy nutrido bando en Galicia de los antieucali­pto, está la oposición, aunque quizá no sea tan numerosa como los contrarios a este polémico árbol. Pero justo ahora, cuando se produce la esperada desde hace lustros marcha de Feijóo a Madrid, la jefatura de la oposición no está vacante, por primera vez desde el 2009. Se quedó así, vacía , con un carrusel de efímeros nombres sin peso, desde que Feijóo la dejó precisamen­te para ocupar la presidenci­a de la Xunta.

Ahora nadie niega ese rol a la nacionalis­ta Ana Pontón, la líder del BNG que en el 2020 multiplicó

La Xunta vive una situación inédita, pues contradice el principio clásico del político gallego atornillad­o a la silla. Y lo normal era que la secuencia fuese al revés, que el presidente pasase antes por un cargo en Madrid, como ocurrió con González Laxe, Manuel Fraga, Pérez Touriño y el propio Feijóo. En esto Alfonso Rueda emparentar­á con Fernández Albor, los únicos sin un pasado político madrileño. Solo hay precedente­s de autonomías sin la complejida­d política de una nacionalid­ad histórica, esa a la que apela tanto Feijóo ahora para justificar que deje la Xunta. En general, apuntan a que hasta ahora la espantada del presidente, que se va en medio mandato a otro cargo, no le cuesta a su partido el poder. Así pasó cuando en 1989 José María Aznar se marchó de Castilla y León para ser candidato del PP. Y en Valencia, Castilla-La Mancha y Andalucía cuando Eduardo Zaplana, José Bono y Manuel Chaves saltaron a Madrid de ministros. En ocasiones hubo coste electoral, pero no fue letal, por lo menos en los siguientes comicios.

cevidente con la guerra de Ucrania.

Y además tendría que sumar con al menos el PSdeG-PSOE, noqueado en el 2020 y de nuevo con otro líder, Valentín González Formoso. Preside la Diputación coruñesa y no está en el Parlamento gallego. No tiene mala imagen, pero no parece haber acertado en los nombramien­tos en el partido.

Falta el mundo de las mareas, la deshecha confluenci­a gallega de Podemos, pendiente del anunciado proyecto de la gallega Yolanda Díaz. El concurso de este espacio sería vital para un hipotético cambio, pues en el 2020 el PP subió un escaño, hasta los 42, porque esta alianza se quedó fuera, mientras que el BNG sacó 19, y el PSOE, 14.

“El Bloque está en su techo y los de Madrid están hundidos por Pedro Sánchez”, afirma optimista

Rueda tiene dos años largos para construir un liderazgo social, del que ya dispone en su campo la jefa del BNG

un alto cargo del PP. Otro considera que “la clave estará en cómo lo hagamos en estos dos años y, sobre todo, en cómo lo haga Rueda”.

Ahí reside la gran incógnita que mañana, en su discurso de investidur­a, debe empezar a despejarse. No solo se trata de que no haya tenido espacio para brillar, sino que la suya es la clásica y difícil operación de pasar de ser el hombre del aparato a ponerse en el centro del escenario. Tiene más de dos años, la Xunta y todos los poderes fácticos a su favor. Si le va muy mal, el PPdeG siempre puede poner las gallegas con las generales, de manera que Feijóo apareciese como el candidato a todo. Para el PP, Galicia, su cuna, siempre fue clave, y ahora, aún más.c

El PPdeG cuenta con la opción de hacer coincidir las gallegas y las generales con Feijóo de candidato a todo

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