La Vanguardia (1ª edición)

Saber volver

Bill Clinton supo volver después de su derrota electoral en Arkansas, con varios aprendizaj­es bajo el brazo. En España, una mayoría demoscópic­a augura que la derecha arrasará en las generales, pero no tiene por qué ser así.

- Ivan Redondo

Alos 32 años Bill Clinton se convirtió en el gobernador electo más joven de la historia en Estados Unidos. Corría el año 1979 y a medida que avanzaba su mandato se sentía mejor como gobernador de Arkansas. Había enfurecido a las élites y los grupos de presión, sí; cada vez había más quejas por el aumento del impuesto por matriculac­ión, sí; la Casa Blanca de Jimmy Carter rompió una y otra vez su promesa de no enviar refugiados cubanos a la base de Fort Chaffee, provocando gran rechazo social, también; pero Clinton había logrado sacar adelante una larga lista de leyes e iniciativa­s progresist­as de las que estaba orgulloso y tenían gran aceptación, en materia de empleo, educación y asistencia social. Lo que nunca pudo imaginar sucedió contra pronóstico en su reelección: una derrota.

En política, el fracaso enseña lo que el éxito oculta, y la noche de las elecciones estaba tan hecho polvo que no se veía capaz de afrontar a la prensa. Era el primer gobernador de Arkansas en no conseguir un segundo mandato en 25 años. Muerto en vida. Agradeció a todos su labor, ofreció su cooperació­n al republican­o ganador, Frank White, y lamentó no poder seguir haciendo el trabajo que tanto le gustaba. Encontró un nuevo hogar, una pequeña casa y se puso a buscar trabajo.

Como en tantas ocasiones en política, surgieron los monstruos entre sus antes supuestos amigos o aliados. En ese momento, Bill no sabía diferencia­r unos de otros, solo el tiempo los pondría a todos en su sitio: “¿Por qué no te vas fuera de Estados Unidos?”, “¿por qué no te vas de Arkansas?”, “¿por qué no te vas a presidir la World Wildlife Fund, ese grupo de defensa medioambie­ntal de Washington DC, cuya labor siempre has admirado tanto?”. “En definitiva, Bill, ¿por qué no te vas?”.

Como un pez fuera del agua, Clinton parecía que sobraba. En su estado, Arkansas, solo recibió una oferta: la del bufete Wright, Lindsey & Jennings. Tenía grandes propuestas fuera, pero tras hablarlo con Hillary, tomó la decisión más importante de su vida: saber volver es siempre una vuelta a lo básico. Primer punto: había que ser humilde y olvidarse de que fue gobernador. No abandonar su territorio ni a sí mismo. Y aceptó la oferta del despacho. Le permitiría seguir siendo útil a su comunidad y enraizarse más como ciudadano. Segundo punto: preguntó a su entorno meses después por las causas de su derrota. Y las respuestas le sorprendie­ron. Más allá de los refugiados, las matrículas o la enemistad de los lobbies, estas fueron algunas de las razones: “Después de ser gobernador jamás me preguntast­e por mis hijos”, “te quejabas demasiado de tus circunstan­cias sobrevenid­as, pero no te concentras­te en resolver tus problemas políticos”, “estabas obsesionad­o por lo que querías hacer y ajeno a lo que queríamos que hicieras”, “¡la gente pensó que

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