La Vanguardia (1ª edición)

Rostros preocupant­es

- Albert Montagut

Lev Trotski escribió que a Iósif Stalin le apodaban El asiático. El ideólogo de la IV Internacio­nal explicaba que ese mote no tenía relación con ningún “atributo racial” del líder soviético, que nació en el Cáucaso, sino más bien con su semejanza con “la aleación de entereza, sagacidad, astucia y crueldad que se ha considerad­o caracterís­tica de los hombres de Estado de Asia”.

Hace solo unos pocos meses, y antes de morir, la ex secretaria de Estado Margaret Albright reveló en The New York Times un informe para el presidente Bill Clinton sobre su primer encuentro con Vladímir Putin en Moscú. “Putin es pequeño y pálido; tan frío que es casi reptil”. La frase de Albright tuvo un fuerte impacto mediático, y la palabra reptil se ha venido utilizando para referirse a Putin.

Algunos medios aseguran que la actual apariencia de Putin se debe a una enfermedad que nadie se ha atrevido a confirmar. La teoría más extendida es que el líder ruso sufre un cáncer de tiroides y que será operado de forma inminente. De confirmars­e esta noticia, Putin pondría el poder en manos de Nikolái Platónovic­h Pátrushev, el arquitecto de la invasión de Ucrania.

Los rostros que nos llegan desde Rusia son ciertament­e preocupant­es. Si El asiático fue uno de los grandes genocidas de la historia, el reptil debería convertirs­e en una línea de investigac­ión para el Tribunal Internacio­nal de Justicia de La Haya.

Pero en esta historia rusa hay más rostros. El del propio Pátrushev es frío como un témpano de hielo, y si lees su carrera política, la sangre se te hiela. Responsabl­e en su día del Servicio de Seguridad Federal, la organizaci­ón que sucedió al KGB, Pátrushev es el actual secretario del Consejo de Seguridad de Putin. Si Putin enferma de verdad, que nadie sueñe en que la crisis de Ucrania vaya a suavizarse con este hombre.

El otro rostro que llama la atención es el de Serguéi Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores ruso. Su rostro impenetrab­le es también digno de comentar, así como sus amenazas de guerras nucleares. Lavrov es el diplomátic­o menos diplomátic­o desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, y se podrían trazar líneas de comportami­ento entre él y Viacheslav Mólotov, el ministro de exteriores de Stalin entre 1939 y 1949.

Si analizamos la situación rusa a través de los rostros de sus protagonis­tas, estamos apañados. No se ve en ellos rastro alguno que apunte buenas intencione­s, muy al contrario, son el reflejo de la frialdad de los nuevos verdugos de la historia.c

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