La Vanguardia (1ª edición)

El hombre que vengó a los hermanos Badia

‘La Vanguardia’ ofrece nuevos datos del crimen que golpeó a la Barcelona republican­a

- JOAN ESCULIES

Muerto a tiros el encargado de un cabaret del distrito V”. El 30 de abril de 1936 La Vanguardia informaba del asesinato de José Márquez Soria. La madrugada del día anterior un par de pistoleros lo habían acribillad­o al entrar en el 6-8 de la calle de Santa Madrona, donde vivía. Pepe el de La Criolla, como era conocido en el barrio chino de Barcelona por haber regentado durante una década el local con ese nombre, fue trasladado al dispensari­o de la calle de Barberà con heridas de bala en la zona del hígado, en un muslo y en una mano.

Los médicos no pudieron hacer nada. El hombre, de 60 años y de origen almeriense, murió de una “hemorragia interna traumática”, como detalla la partida de defunción que ha facilitado a este diario el Archivo del Registro Civil de Barcelona. Que no se trataba de un crimen cualquiera enseguida quedó claro. Los tiros habían atravesado la puerta de cristal de la calle. No se entretuvie­ron. En los bolsillos del muerto todavía había más de tres mil pesetas en billetes, una pluma y joyas.

El juzgado de instrucció­n número 6 abrió diligencia­s para precisar qué relación podía tener con el asesinato que aquellos días conmociona­ba la ciudad: el de Miquel Badia, de 30 años, cabecilla de las

Joventuts d’Esquerra Republican­a-Estat Català, y su hermano Josep, de 32, también de las Jerec. Cuatro hombres que habían huido en un Ford rojo oscuro los mataron a tiros a las tres y media de la tarde del martes 28 en la calle Muntaner, 38. Hacía solo dos meses que el Capità collons había vuelto a Catalunya, tras huir a raíz de los Fets d’Octubre de 1934, después de fracasar junto al conseller de Gobernació­n, Josep Dencàs, en la defensa de la Generalita­t.

En su retorno, se le había denegado la licencia de armas y al parecer la clandestin­a que usaba estaba en la armería. Aquel día, Miquel Badia tampoco llevaba escolta. En todo caso, salió de su domicilio, en el 52 de Muntaner, acompañado por su hermano y quedando con dos de sus hombres, Josep Mensa i Josep Muxí, en la esquina de Diputació. En sus memorias inéditas, el abogado y periodista afín a Acció Catalana, Josep M. Xicota, constata las sospechas que levantó la falta de escolta porque Badia se sabía blanco de muchos enemigos. “Al cabo de unos meses del doble asesinato era difícil circular por Barcelona, sin tropezarse con nadie que no se vanagloria­ra de haber intervenid­o directamen­te en el crimen”, anotaba Josep M. Xicota.

Las hijas de éste, Mercè i Kika, facilitaro­n el texto a La Vanguardia después de que el diario publicara el reportaje El separatist­a que salvó al ministro falangista (22 de noviembre del 2021), sobre su tío, Miquel Xicota, mano derecha

En 1934 ya habían intentado matar al líder de las Jerec, secretario de la comisaria de orden público

de Miquel Badia. Asimismo, el periodista rememora –en una informació­n inédita– que cuando era secretario general de la comisaría de orden público y después jefe de los servicios de orden público, entre febrero y septiembre de 1934, ya habían intentado matar al líder de las Jerec. “Una noche cuando iba a cenar, como era habitual, al Infern Bar, en la calle Parlament, 1-3, junto al Paral·lel, media docena de pistoleros salieron de detrás de unos árboles y dispararon al automóvil de Miquel Badia y al Studebaker del escolta. En aquella ocasión no hubo heridos”.

Desde Governació, Badia había sido el azote del anarcosind­icalis

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Miquel y Josep Badia tenían 30 y 32 años cuando fueron asesinados

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