La Vanguardia (1ª edición)

Fiesta incompleta en Bilbao

El Lenovo Tenerife se proclama campeón de la Champions League tras superar a un Baxi Manresa algo atolondrad­o pese a jugar como en casa en Miribilla

- LUIS BUXERES

luego le castiga con una dejada, y finalmente le remata con un sonrojante globo.

Es fascinante el ejercicio de Alcaraz, rara avis en el tenis contemporá­neo, mundo de pegadores y sacadores con escasos matices, salvo en el caso del inevitable

Big Three.

Si le preguntan a cualquier experto, todos emiten la misma respuesta:

–¿Alcaraz? Lo tiene todo. El tenis, el físico y la mente –contaba Manuel Orantes a este diario, días atrás.

(Orantes es el segundo tenista con más victorias en partidos en arcilla: suma 544; solo le supera Guillermo Vilas, con 679).

Superado en todos los frentes, Zverev no sabe dónde meterse. Vuelve la vista hacia su palco y solo distingue a Sergi Bruguera, su técnico, que le pide que siga intentándo­lo, que pelee.

Alcaraz no le deja.

Alcaraz es un martillo pilón,

teenager dispuesto a romperlo todo. Es el cachorro que ha descubiert­o el cajón de los zapatos.

No hay diálogo, sino un monólogo, un barrido. Por momentos, Alcaraz encadena diez puntos consecutiv­os. Firma saques-volea y encima sirve fuerte, a 220 km/h.

En 31 minutos despacha el primer set, y luego sigue apretando:

“Cabeza, cabeza”, le dice Juan Carlos Ferrero, su técnico.

–Carlos no ha podido tener una semana más especial. Es la primera vez que gana a tantos jugadores tan importante­s –dice Ferrero.

Zverev da un último puñetazo al inicio del segundo set, en realidad el último estertor. Aguanta el tipo en el primer juego, pero de ahí no pasa. Alcaraz le revienta el servicio en el tercer juego (en blanco), y Zverev vuelve a cambiar la raqueta, pero eso ya no le lleva a ninguna parte, y vuelve a ceder el saque en el quinto (Alcaraz resuelve ese parcial con un globo, a lo grande, como a él le gusta), y el desenlace del alemán es lamentable.

Pierde el partido con dos dobles faltas consecutiv­as: lleva rato con los hombros caídos.

Se va tras haber perdido seis juegos consecutiv­os.

–Yo es que me divierto –le despide, juguetón, Alcaraz.c

La fiesta no pudo ser completa pero fue preciosa. El Baxi Manresa escribió el capítulo más brillante de su trayectori­a europea pero tuvo que acabarlo con un final amargo, como siempre pasa cuando se pierde una final. Pero ni siquiera la derrota ante el Lenovo Tenerife, indiscutib­le campeón de la FIBA Champions League, impidió que la grada de Miribilla, teñida de rojo con casi 5.000 aficionado­s manresanos, disfrutara de lo lindo con una experienci­a única que quién sabe si volverá a repetirse.

Aguantó el equipo de Pedro Martínez media parte de la final, aunque siempre pareció ir a remolque ante un Tenerife más experto en estas lides, campeón de la competició­n en el año de su estreno (2017). Es el de Vidorreta un bloque muy hecho, rocoso como pocos, todo lo contrario que el grupo que dirige con maestría Pedro Martínez, que intenta compensar con ilusión las revolucion­es anuales que sufre su plantilla. Comenzó haciendo la goma el Baxi Manresa, cuya alma indomable le alcanzó incluso para irse al descanso por delante (50-49). Pero los 33 puntos que encajó en el tercer cuarto fueron una losa demasiado grande para un equipo que, sin embargo, sigue instalado en una nube dibujando una temporada maravillos­amente inolvidabl­e.

Buena parte de culpa la tiene Chima Moneke, de nuevo el mejor (24 puntos y 8 rebotes), que acabó jugando con la nariz prácticame­nte rota tras un codazo

Alcaraz es el cachorro que ha descubiert­o el cajón de los zapatos: todo lo destroza y lo deja revuelto

Tras tumbar a Nadal, Djokovic y Zverev, el murciano amanecerá hoy como sexta raqueta del circuito

La derrota no empaña la mayor gesta europea de los catalanes, que toparon con un rival más experto

involuntar­io de Shermadini, y fue vitoreado por la grada tras la derrota cuando se sumió en un océano de lágrimas, desolado.

A pesar de la tensión de jugarse un título, jugaron ambos equipos muy sueltos en ataque y el marcador tuvo más trabajo del que segurament­e esperaba. Especialme­nte productiva fue la primera mitad, en la que el Tenerife intentó romper el partido y el Manresa le respondió siempre. Primero con un parcial de 8-0 tras el 9-16 que subió Salin (m6). Después con un 11-2 tras el 25-32 con el que volvía a amenazar el equipo canario. Pero ya por entonces se empezaban a tejer las líneas maestras del triunfo final de los de Vidorreta. Un tremendo acierto en los tiros de dos, fomentado también por una defensa muy deficiente de los manresanos en la pintura. El escandalos­o 27/37 final del Tenerife habla por sí solo, anotadas una y mil canastas bajo el aro casi sin oposición. También hizo mucho daño una de las sociedades por excelencia del baloncesto español, la que forman Marcelinho Huertas y Shermadini, superados desde el salto inicial Sima y Bako, muy lejos de su mejor versión.

A pesar de todo, el Manresa, bajo la dirección de Dani Pérez, se fue a los vestuarios por delante pero topó con la realidad en un tercer cuarto en el que los siete triples del rival le hicieron sentir como si George Foreman le hubiera dado un mandoble a mano abierta. Salin, Doornekamp, Wiltjer... La sangría era imparable (71-89, m32). Un último esfuerzo en los minutos finales le permitió maquillar un tanto el marcador y decir adiós con honor al sueño. Fue la suya una fiesta incompleta. Pero qué fiesta.c

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