La Vanguardia (1ª edición)

X. MAS DE XAXÀS

- Enviado e e ia

Ucrania no celebró ayer el día de la Victoria porque la suya en esta guerra todavía no ha llegado y, además, porque la del ejército soviético sobre el Tercer Reich al final de la Segunda Guerra Mundial ya no es la suya.

Durante los 77 años que han transcurri­do desde entonces, la memoria de aquella gesta ha unido a rusos y ucranianos. La lucha y el sufrimient­o han sido compartido­s como no podía ser de otra manera. Más de ocho millones de ucranianos murieron en las filas del Ejército Rojo.

Hoy, sin embargo, los nazis son los antiguos hermanos rusos. Así de grande es el abismo que está abriendo la guerra de Putin en Ucrania.

El presidente Volodímir Zelenski no tuvo reparos en compararlo con Hitler. Es lo que piensa la gran mayoría de sus compatriot­as. Lo escuchas en los cafés y lo lees en las redes sociales, Rusia es un enemigo tan terrible y amoral como lo fue la Alemania nazi.

Zelenski le dijo a Putin que “aquel que hoy repite los crímenes horrorosos del régimen de Hitler, siguiendo la filosofía nazi, copiando todo lo que hicieron, está condenado”.

El ministro británico de Defensa respaldó estos comentario­s con uno paralelo: “Putin y sus generales están copiando el fascismo y la tiranía de hace 77 años”.

El presidente ruso trabaja a diario la mentira de una Ucrania neonazi para que la población rusa no tenga dudas de la grandeza de la misión encomendad­a a su ejército.

El presidente Zelenski, elegido en el 2019 con más del 70% de los votos, es judío y sus bisabuelos perecieron en el Holocausto. El parlamento ucraniano es uno de los pocos de Europa sin un solo diputado de la derecha radical.

Putin tergiversa la realidad y retuerce la historia para justificar la invasión, mientras Ucrania se desmarca de esta realidad y de esta historia.

Hace ocho años, con la anexión de Crimea y la ocupación parcial del Donbass, Ucrania empezó a escribir su propia historia y a hacerlo, además, en ucraniano. Lo llaman desrusific­ación. Ayer, por ejemplo, no se vio ninguna cinta de San Jorge, con los colores naranja y negro. Es un símbolo militar ruso, utilizado en condecorac­iones desde el imperio zarista hasta hoy, y que se sirve, asimismo, para recordar a los caídos en la Segunda Guerra Mundial.

Era muy común hace unos años lucirla el día de la Victoria, pero el Gobierno la prohibió en el 2017 porque es un emblema del enemigo. Putin la lució ayer en el pecho durante los actos en la plaza Roja.

Ucrania también ha dejado de referirse a la Gran Guerra Patriótica, como hace Rusia. Ahora es la Segunda Guerra Mundial a secas.

Los tulipanes rojos, que han florecido como cada primavera, ya no son tampoco las flores que marcan el recuerdo de los viejos

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