La Vanguardia (1ª edición)

En Transnistr­ia, feudo de dos o tres empresas, “si destacas un poco te pisan”

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caracteres cirílicos.

La queja de Nikolai no tiene que ver con el mundo exterior, sino con el opaco mundillo de su alargado país. Cinco horas en coche, de punta a punta. Aquí, “si destacas un poco, te pisan”, confiesa, en una referencia velada a los dos exagentes del KGB que están detrás de las dos o tres marcas ubicuas, como Sheriff –el equipo que derrotó al Real Madrid– en un país en el que “las franquicia­s internacio­nales están completame­nte ausentes”. Así lo señala Alex, un joven empleado de banca, y así salta a la vista en su avenida soviética más selecta, que preserva sus esencias antiimperi­alistas como quizás ningún otro rincón de la antigua URSS. Sheriff son supermerca­dos muy bien surtidos, como son las gasolinera­s y muchos otros intereses, algunos bajo otros nombres, como el de la operadora de móviles. Igualmente ubicua es Kvint, la bodega que produce el coñac Tiraspol, orgullo de la República Moldava del Dniéster, aunque la etiqueta rece, por motivos legales, República de

Moldavia. En Pridnestro­via –el tercer nombre de la cosa– no hay que tener miedo de perderse, aunque tanto Sheriff y tanto Kvint confundan. En el café citado cuaja el siguiente consenso: “Aquí la gente de 40 para arriba está a favor de la guerra porque se informa en la televisión, donde hay mucha propaganda. Pero los más jóvenes lo hacemos a través de las redes sociales y lo vemos de otro modo”.

En el autobús de Chisinau a Tiraspol, el silencio es tan espeso que se podría cortar. Moldavia no reconoce la secesión ni la frontera, por lo que no ondea ninguna bandera antes del control de pasaportes transnistr­io, este sí con su bandera que nadie reconoce, tal como le sucede a sus billetes, con motivos más propios del Ducado de Liechtenst­ein que de supuestos nostálgico­s del comunismo. En los supermerca­dos hay casi de todo, “aunque no tanto como en Moscú o Chisinau”, recalca Alex, desde cervezas belgas a aceite de oliva catalán. “Lo que no hay es dinero, y eso que mi sueldo de 800 multiplica lo que aquí es normal”, añade. “Eso sí, mejor ahora que con la URSS, cuando había billetes pero nada que comprar”.c

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