La Vanguardia (1ª edición)

El desprestig­io de la confidenci­a

-

ABenjamin Franklin, uno de los padres fundadores de Estados Unidos, se le atribuye la siguiente frase: “Tres personas pueden guardar un secreto si dos de ellas están muertas”. El hombre era un optimista al pensar que una tercera viva podía ser garantía del silencio. El ser humano siente una extraña necesidad de contar lo que no puede o no debe. De hecho, el secreto mejor guardado comporta inexplicab­lemente el inmediato deseo de ser revelado. Nietzsche disculpó este impulso, a menudo desleal, al advertir que “las verdades que se callan se vuelven venenosas”. Así que hemos llegado al siglo XXI habiendo perdido el respeto a la confidenci­a y desvirtuan­do el valor del secreto.

La comisión de Secretos Oficiales, convocada la semana pasada sobre el caso Pegasus, en la que intervino la directora del CNI, demuestra que

El secreto comporta inexplicab­lemente el inmediato deseo de ser revelado

nadie guarda un secreto, aunque haya jurado hacerlo. De la reunión, sobre la que no se podía contar nada, se reveló casi todo: desde que los móviles de independen­tistas intervenid­os con autorizaci­ón judicial fueron 18, hasta que uno de estos pertenecía al actual presidente de la Generalita­t. Nada nuevo bajo el sol, pues la última reunión de la mencionada comisión, convocada hace cuatro años para conocer los negocios de Corinna Larsen y el rey emérito, también se acabó filtrando a los medios. A lo mejor es porque lo que se acaba revelando en ella ni es todo, ni resulta relevante.

Los periodista­s sabemos que la primera lección del oficio es conocer la verdad y la segunda consiste en convencer a alguien que nos revele lo que no debería. Sin embargo, las redes sociales son un campo abonado para que la gente explique lo que no toca. Stieg Larsson escribió de Lisbeth Salander, la protagonis­ta de la serie Millennium: “A menudo se preguntaba cómo ella, a la que le costaba tanto hablar de sí misma con gente a la que veía la cara, podía confiarle, sin la menor preocupaci­ón, sus secretos a una pandilla de chalados completame­nte desconocid­os en internet”.

En España hace falta una nueva ley de secretos oficiales, pues la vigente se aprobó en el franquismo. Servirá para poner orden, aunque ya lo advirtió Carlos Ruiz Zafón: “Un secreto vale lo que aquellos de quienes tenemos que guardarlo”.c

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain