La Vanguardia (1ª edición)

Mujeres en pie de guerra

- ECONMÍA4. AMELA

Qué siente ante las imágenes de Ucrania en la tele?

Se me remueven las entrañas.

¿Por qué?

Mujeres y niñas huyendo: lo mismo contaban mi madre y mi tía en el San Sebastián de 1936.

¿Qué contaban?

La primera bomba de la guerra cayó en su casa. Mi madre tenía tres añitos.

Sobrevivió.

¡Milagrosam­ente! Mi abuela huyó con ella a Bilbao. Dormían al raso. A tía Rosa la enviaron a Francia.

Familias separadas.

Tras la guerra, tía Rosa pudo regresar junto a su mamá y hermana. Guardaba buen recuerdo de Francia.

Aquí la vida debía de ser más dura...

Fue un shock. De niña yo les preguntaba, me gustaba escuchar esas historias.

Cuéntenme un detalle.

Mi abuela le decía a mi madre: “Ponte en la cola del pan, a una niña no se lo niegan”.

¿Y el abuelo, qué hacía?

Anarquista, le encarcelar­on y condenaron a muerte, acusado de un crimen. Demostró

que le habían confundido con otro.

¿Siguió con sus ideas?

Al morir le trajeron a un sacerdote, y lo apartó diciendo: “Yo me arreglo cara a cara con Dios”.

¿Qué vocaciones tuvo usted?

Bailarina, luego actriz. Por montar una obra sobre milicianas recogí testimonio­s de mujeres de la Guerra Civil.

¿A qué mujeres se refiere?

Mujeres en pie de guerra: ofrecieron sus manos y energías para defender ideales.

¿Qué le han contado?

Que los hombres les decían que no valían, que no servían para nada. Y ellas demostraro­n que sí valían.

¿Para qué?

¡Para todo! Gestionaro­n fábricas, cosieron capotes militares (mi abuela lo hizo), cocinaron, curaron...

¿Y pegaron tiros?

Unas fueron al frente de Aragón, los anarquista­s las devolvían a la retaguardi­a.

¿Por qué?

Les acusaban de despistar a los hombres en el frente.

Muchos hombres feministas no había.

Susana Koska –pareja de José María Sanz, Loquillo– ha seguido los pasos de mujeres como Antonina Rodrigo o Montserrat Roig en la recuperaci­ón de la memoria histórica de la mujeres durante nuestra Guerra Civil. De su esfuerzo salió el documental Mujeres en pie de guerra (2004), con testimonio­s tremendos y confidenci­as aterradora­s. Koska convirtió aquel trabajo en un libro, una crónica sentimenta­l coral urdida con historia, feminismo, compromiso, militancia, amor, maternidad, tenacidad y superviven­cia: Mujeres en pie de guerra. Memorias de nosotras (Ediciones B, 2018). Ahora investiga en coleccione­s privadas de Amigos de Laguardia entre banderas del PSUC, tabaco rubio de la guerra, cartelería falangista... Koska cuenta y ha hablado en un ciclo sobre Memoria en el CCCB.

Dirigieron fábricas y talleres, como le digo, y además organizaro­n la retaguardi­a en ausencia de varones.

¿Qué les movía?

La frase de Negrín: “Resistir es vencer”.

No vencieron.

Hicieron lo debido con entereza. Y eso es vencer.

¿Sí?

Yo he estado muy enferma y en los momentos peores de quimiotera­pia pensaba en esas mujeres para venirme arriba.

Inmejorabl­e apoyo.

Mis angelitos de la guarda, sí. Como Neus Català: me impresionó visitar Ravensbrüc­k, fábrica de muerte a la que ella sobrevivió.

Señáleme a alguna otra.

María Salvo: veinte años en cárceles franquista­s. Su fuerza y estoicismo me intimidaro­n la primera vez que le vi.

Otras saldrían de España...

Sara Berenguer: ayudó a reunir a familias en las playas de Argelers.

¿Fueron las primeras feministas?

Ellas precediero­n a las mujeres que en los años setenta fundaron aquí nuestro feminismo.

¿Qué pensarían hoy de la situación de la mujer?

Que hoy ocupamos todos los lugares que queremos, hemos evoluciona­do con nuestra sociedad.

Aunque el feminismo no es hoy unívoco, hay discrepanc­ias.

No tenemos por qué ir todas a una: es saludable que haya muchas miradas.

Dice que esas mujeres del 36 fueron vencedoras...

Perdieron la guerra, y derechos... pero no pudieron con ellas: superaron adversidad­es, eso no es perder.

¿Y qué hay de las mujeres del bando ganador?

Vivían bajo la bota del ordeno y mando del hombre: ¿eso es ganar?

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