MARIÁN EL AL Á AR
bodas de oro, hace diez años, no tuvieron celebración. Un mes antes se había producido el incidente (con accidente, incluido) de Botsuana y no estaba el horno para bollos. El sábado se cumplen 60 años de la boda de Juan Carlos de Borbón y Sofía de Grecia y aunque el distanciamiento entre la pareja parece haberse reducido, la distancia ha aumentado considerablemente.
El 14 de mayo de 1962, la hija mayor de los reyes Pablo y Federica de Grecia, se casaba con el heredero de la casa real española, un matrimonio igualitario por el rango de los contrayentes pero, favorable, en cuanto a posición, a la novia. Poco tardarían en igualarse. En 1967, tras la muerte del rey Pablo, su hijo, Constantino, perdió el trono de Grecia por su ambigua y errática posición tras el golpe de los Coroneles
Tras la abdicación, los padres del Rey recuperaron cierta proximidad, rota por el autoexilio de Abu Dabi
y Sofía, al igual que Juan Carlos, se convirtió en miembro de una familia real sin trono ni reino.
A semejante hecatombe le siguió sin embargo una buena noticia (al menos para ellos), en 1969 Franco designó a Juan Carlos de Borbón sucesor a título de rey y con el título impuesto de Príncipes de España, Juan Carlos y Sofía, padres ya de Elena (1963); Cristina (1965) y Felipe (1968), iniciaron su camino al trono. La pareja joven (el día de la proclamación ambos tenían 38 años) fue haciendo camino junta; recorrieron el mundo mostrando una nueva imagen de España y, aunque provenientes ambos de las dinastías más antiguas de Europa, acabaron convertidos en los reyes más modernos del mundo. Sin corte, sin coronas, ni armiños, formaron un tándem perfecto en la vida pública que, sin embargo, se fue deteriorando en la privada.
Juan Carlos tuvo aventuras galantes pero se llevó bien con su mujer hasta finales de los ochenta. Durante la Expo de Sevilla, en 1992, los desplantes púLas blicos fueron constantes y se supone que, en algún momento, la pareja firmó un pacto para evitarlos. El rey Juan Carlos sustituyó las amantes pasajeras por una relación con la mallorquina Marta Gayá y su matrimonio pasó a ser un equipo de trabajo.
Para la reina Sofía lo más importante siempre fue la Corona y trabajó para que su hijo, Felipe de Borbón, la heredera en buen estado. Ni ciega, ni tonta, consideró que el suyo, como tantos matrimonios de la realeza, tenía mucho de conveniencia, aunque se hubiera producido por eso que llaman amor.