Finlandia, camino de la OTAN
Sus más altas autoridades pedirán el ingreso en la organización sin demora
No era fácil, en un país de cultura socialdemócrata, ética igualitaria y un talante pragmático siempre dispuesto a conseguir un modus vivendi con su vecino del este. Pero Vladímir Putin ha conseguido lo que Dwight Eisenhower, John F. Kennedy, Ronald Reagan o Bill Clinton no pudieron: convencer a la mayoría de los finlandeses de que, por su propia seguridad, deben incorporarse a la alianza atlantista de la OTAN, liderada desde Washington desde la Segunda Guerra Mundial y en constante expansión desde entonces.
Tras la invasión rusa de Ucrania, los 1.340 kilómetros de frontera que Finlandia comparte con el oeste de Rusia parecen mucho para protegerlos en solitario. El 76% de la población ya apoya la entrada en la OTAN frente al 53%, en febrero, y el 21%, en el 2017. “Antes, proponer la entrada en la OTAN habría sido un suicidio electoral; ahora es esencial”, dijo un diputado del derechista Verdaderos Finlandeses.
Sanna Marín, la joven primera ministra socialdemócrata, anunció el jueves, en una comparecencia con el presidente Sauli Niinistö, la intención del Gobierno de coalición de solicitar la incorporación a la alianza. Después de dar tiempo para que “el Parlamento y toda la sociedad decidan su postura sobre el asunto (...), Finlandia debe solicitar el ingreso en la OTAN sin demora”, anunciaba el comunicado. “La incorporación de Finlandia a la OTAN reforzará la seguridad de Finlandia, y la presencia de Finlandia en la OTAN reforzará toda la alianza de defensa”, señalaba.
Se da por descontado que el Parlamento aprobará la solicitud probablemente el próximo martes. Es posible que ni tan siquiera haya votación, ya que ninguno de los 200 diputados querrá pretados sentar una contrapropuesta. Todo ello, pese a que los partidos del establishment, el SPD y el Partido del Centro, siempre habían defendido el no alineamiento de Finlandia, cuya equidistancia entre Occidente y la URSS fue considerada una política astuta en la guerra fría.
Ahora casi todos los que salen del imponente edificio del Parlamento Eduskunta –una construcción más soviética que la mayoría– son atlantistas. Incluso Jussi Sarao, de la Alianza de Izquierda, que tiene 16 diputados y es uno de los cinco integrantes del Gobierno de coalición, ya defiende la entrada en la OTAN. Se calcula que la mitad de los dipude izquierda –históricamente muy opuesta a la OTAN– votarán a favor.
Magdalena Andersson, la primera ministra sueca, otra socialdemócrata, ha decidido acelerar el ingreso de Suecia en la alianza para que los dos países se apoyen mutuamente. En el caso de Suecia, su entrada en la OTAN es todavía más chocante. Suecia mantiene una política de neutralidad desde hace casi 200 años, y la tradición del partido que encabezó el pacifista Olof Palme siempre ha sido de no alineamiento. La guerra de Putin en Ucrania ha convencido incluso a los suecos
Hace cinco años, el apoyo al ingreso entre la población era del 21%; después de la guerra alcanza el 76%
Se da por descontado que el Parlamento aprobará la solicitud el próximo martes y quizá sin votación
de que el abrazo de Washington es mejor que estar sin cobijo en tiempos de invasiones arbitrarias y matanzas indiscriminadas.
“Lo que ha provocado el cambio de la opinión publica es la sensación de que no se puede fiar de la racionalidad del liderazgo ruso”, dijo Tuomas Forsberg, analista especializado en seguridad y geopolítica de la Universidad de Helsinki.
Incluso los jóvenes inconformistas de Helsinki, que se ven por los bares situados al lado del estadounidense hotel Clarión en el puerto, ya son partidarios de la OTAN. “Creo que entrar es la de