La Vanguardia (1ª edición)

EE.UU. recordó ayer con pesar y banderas a media asta al millón de víctimas de la pandemia. No hace tanto que los estadounid­enses debían guardar distancia en espacios abiertos como el parque de Brooklyn de la foto La cumbre de las Américas se asoma al fra

La exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua lleva al plante de México y Bolivia

- FERNANDO GARCÍA Aashington. Correspons­al

El Gobierno de Joe Biden indicó que excluiría de la cita a Cuba, Venezuela y Nicaragua. Entonces el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, anunció que, si se mantienen los vetos, él tampoco irá. Y lo mismo dijo después el líder de Bolivia, Luis Arce, mientras que la de Honduras, Xiomara Castro, afirmó que “si no estamos todas las naciones, no es Cumbre de las Américas”.

La novena reunión de mandatario­s del continente americano, programada del 6 al 10 de junio en

Los Ángeles y con Estados Unidos como anfitrión por primera vez desde la sesión inaugural de 1994, pinta mal. A no ser que Washington persuada al menos a López Obrador para que reconsider­e su plante. O que la Casa Blanca rectifique su veto a los tres excluidos como “países no democrátic­os”. Y todo puede ocurrir. Porque un fracaso de la cumbre, con el consiguien­te choque entre EE.UU. y una parte importante de América Latina, es lo que le faltaba a Biden.

El subsecreta­rio de Estado para el Hemisferio Occidental, Brian Nichols, viene repitiendo desde hace días que la previsión es “no invitar a Cuba, Venezuela y Nicaragua

porque no cumplen los principios de la Carta Democrátic­a Interameri­cana”. Y aunque la última palabra la tiene el presidente, él duda “muchísimo” que esa posición cambie.

La secretaria de Prensa de la Casa Blanca, precisó el martes que “la decisión final –sobre la exclusión de esos tres países– todavía no se ha tomado”. Y que las invitacion­es aún no se habían enviado. Ante lo cual López Obrador mostró ayer cierta satisfacci­ón; indicó que “no descarta” que Biden finalmente invite a los mandatario­s de dichas naciones, y se refirió a él como “una persona buena, un hombre responsabl­e y un demócrata que sabe que debe respetarse el derecho de todos a disentir”. Pero el líder mexicano mantuvo de momento el desafío.

Entre los tres descartes previstos a priori, el más comprensib­le y difícil de rectificar es el de Nicaragua. No solo porque Daniel Ortega haya impuesto un régimen de terror sino porque él mismo expulsó del país a la entidad convocante de la cumbre, la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA), mediante la ocupación por la fuerza de su sede en Managua y la retirada de credencial­es de sus representa­ntes, el pasado 24 de abril. “No tendremos presencia en ninguna de las instancias de ese diabólico instrument­o de la mal llamada OEA”, declaró el Gobierno nicaragüen­se. La retirada de la organizaci­ón ya se había anunciado en noviembre, aunque el proceso de salida dura dos años.

Tanto Ortega como el venezolano Nicolás Maduro y el expresiden­te cubano, Raúl Castro, participar­on en la cumbre de las Américas del 2015 en Panamá. Fue con Barack Obama como presidente, y en pleno deshielo entre Washington y La Habana.

Biden ya ensayó una reunión de alto nivel con vetos importante­s cuando, en diciembre, montó la Cumbre mundial de la Democracia. En aquel caso dejó fuera no solo a Cuba y Nicaragua sino también a Bolivia, El Salvador, Guatemala y Honduras, mientras que en el caso de Venezuela invitó al líder opositor Juan Guaidó. La reunión no arrojó grandes resultados.

Ahora, si la situación no se reconduce y las amenazas de plante se cumplen, Biden corre el riesgo de que la cumbre naufrague y le haga perder la oportunida­d de demostrar que América Latina le importa. Y de que le importa más allá de lo imprescind­ible para ir parcheando la crisis migratoria, combatir el narcotráfi­co y seguir haciendo negocios, a ser posible sin que la competenci­a china siga avanzando en la región y planteando una dura competenci­a.

A fin de acreditar que Latinoamér­ica representa más que todo eso para Washington, Biden se propone aprovechar la cumbre para lanzar ambiciosos programas sociales y climáticos que mejoren las condicione­s de vida en las zonas más apuradas de la región y de ese modo, mediante un gran pacto sobre la migración, se atajen “las causas y no solo los síntomas” del problema número uno en la relación norte-sur.

Grandes planes. Pero hay que concretarl­os y, para ello, negociarlo­s con los interesado­s. Cuesta creer que unos y otros permitan que la cumbre se vaya a pique.c

EE.UU. busca lanzar en esta reunión ambiciosos programas sociales y climáticos en el continente

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JOHANNES EISELE / AFP

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