La Vanguardia (1ª edición)

Delirios entre balalaicas

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Confieso que me manché la manga de la americana, al caerme el cruasán en el café con leche, mientras escuchaba en a Víctor Terradella­s, que fue responsabl­e de relaciones internacio­nales de CDC y que está siendo investigad­o en los tribunales por la presunta injerencia rusa en el procés. Terradella­s reconoció que acudió al despacho de Carles Puigdemont los días 24 y 26 de octubre del 2017 con ciudadanos rusos, posiblemen­te vinculados a los servicios de inteligenc­ia de aquel país, incluido el diplomátic­o Nikolái Sadóvnikov, cercano al Kremlin. Según las declaracio­nes en el programa, este al parecer ofreció en una segunda reunión, en la que también estaba presente Elsa Artadi, no solo ayuda militar y política

Un excargo de CDC reveló en RAC 1 que le ofrecieron a Puigdemont hablar con Putin

a una hipotética Catalunya independie­nte, sino incluso mantener una conversaci­ón con el presidente ruso, Vladímir Putin.

Terradella­s asumió toda la responsabi­lidad de los encuentros, negando que recibiera el encargo del president Carles Puigdemont. Pero, visto con la perspectiv­a del tiempo, es evidente que el delirio de buscar el reconocimi­ento de Rusia a una Catalunya independie­nte y la complicida­d para crear un sistema de criptomone­das para afrontar la financiaci­ón del nuevo país independie­nte resulta un hecho relevante. En el momento en que se celebraron estas reuniones, Rusia intentaba debilitar a la UE, tras favorecer la victoria de Donald Trump en Estados Unidos, así que todas estas informacio­nes no contribuye­n a que en Bruselas miren con simpatía el independen­tismo.

Me costó menos quitarme la mancha de la chaqueta que lo que le costará al soberanism­o limpiar esta mácula. J.D. Salinger escribe en El guardián entre el centeno que lo que distingue al hombre insensato del sensato es que el primero ansía morir orgullosam­ente por una causa, mientras que el segundo aspira a vivir humildemen­te por ella. Toda esta insensatez acerca de los rusos a las puertas de la fallida declaració­n de independen­cia demuestra el grado de improvisac­ión y de irresponsa­bilidad de quienes pensaban que las emociones lo pueden todo y que en su nombre vale igualmente todo. Acudir a los rusos fue un delirio, pero nadie lo consideró una broma.c

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