La Vanguardia (1ª edición)

Secreto de Estado

- Fèlix Riera

En las democracia­s liberales los secretos de Estado no son una anomalía, ni un delito, sino un aspecto central, si se hace bien, para desarrolla­r el buen gobierno. La posición del Gobierno de no revelar los detalles de cómo y de quién ha realizado el espionaje/escuchas legales e ilegales a dirigentes independen­tistas y miembros del propio Ejecutivo, apelando a que “el CNI tiene un deber de secreto”, crea confusión, pues en este caso no beneficia al ciudadano, sino más bien al Gobierno y en última instancia al Estado, lo que representa un abuso del secreto.

El filósofo Norberto Bobbio, en un artículo publicado en La Stampa en 1990, con el título “Secreto y misterio: el poder invisible”, observaba que “el secreto no es, en sí, un bien ni un mal”. Defendía que “es bueno cuando evita que se difunda lo que es bueno, útil, y oportuno que se ignore, y es malo cuando impide saber lo que sería bueno, útil y oportuno que se supiera”. La posición de la ministra de Defensa, Margarita Robles, defendiend­o que es positivo que exista “un deber de secreto”, se convierte en algo negativo cuando al secreto se le da rango de misterio desde el Gobierno para evitar que la ley sancione posibles malas prácticas. Cuando ocurre, el secreto debe ser revelado, quitarle el velo; si no, acaba provocando dimisiones, como ha sido el caso de Paz Esteban López, exdirector­a del CNI, y actuando como cortafuego cuando ya está ardiendo todo el bosque.

La posición del Gobierno español de defender sin fisuras los mecanismos que tiene el Estado para espiar a ciudadanos por el bien general y que, en principio, debería transmitir seguridad a la sociedad, ha provocado el efecto contrario mostrando su fragilidad. La opinión pública percibe que el CNI es un aparato desviado y sin control. La razón por la que es necesario esclarecer las motivacion­es del espionaje y la identifica­ción de aquellos que se han beneficiad­o de él es evitar que acreciente la sospecha de colaboraci­ón entre el Estado y los que se sirven de él para sus intereses particular­es.c

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