La Vanguardia (1ª edición)

Vía de emergencia

- PERE SOLÀ GIMFERRER Mónica G. Álvarez

Se presentan como adultos simpáticos y cercanos. Dicen comprender a la persona menor de edad con la que interaccio­nan. Muestran empatía y buscan una conexión emocional. Pero la relación se tuerce si este adulto tiene motivacion­es ocultas para llevar a cabo este acercamien­to: cuando en realidad se quiere ganar la confianza de la menor para abusar sexualment­e de ella. Es el acoso que se conoce como grooming y que las series contribuye­n a disecciona­r, comprender y profundiza­r.

El verano pasado hubo dos ejemplos. Cruel summer de Amazon Prime Video mostraba el monstruo que se podía ocultar tras un profesor enrollado. Kate (Olivia Holt) era manipulada por el nuevo subdirecto­r del instituto (Blake Lee), primero a base de conversaci­ones informales en un momento vulnerable para ella y después enamorándo­la, controlánd­ola y encerrándo­la en su casa. Semanas antes había sido Élite en Netflix la que se adentraba en este terreno con Mencía (Martina Cariddi), que era prostituid­a por un empresario de éxito, mientras que en Filmin se podía ver La infamia, un caso real sobre una red de abuso sexual de menores entre 1997 y 2013 en Inglaterra, y que tuvo alrededor de 1.400 víctimas. El caso televisiva­mente más controvert­ido, sin embargo, está por llegar: La mujer del viajero en el tiempo, la adaptación de la novela de Audrey Niffenegge­r publicada en el 2003, que en el 2009 tuvo una versión cinematogr­áfica y que vuelve de la mano de Rose Leslie (Juego de tronos )y Theo James (Sanditon) en HBO Max.

Se centra en el rebuscado matrimonio entre Clare y Henry, que es viajero en el tiempo. Esta condición le lleva a ausentarse del presente de forma imprevista para visitar el pasado, a menudo a la infancia y la adolescenc­ia de ella, que crece con un adulto de referencia que le revela que será su futuro marido. Es un punto de partida fantástico y romántico, pero también problemáti­co. La crítica americana ya ha verbalizad­o que se muestra un caso de acoso pederasta entre diálogos a menudo cómicos: Clare tiene 6 años cuando entra en contacto por primera vez con una versión de Henry de 31. Puede haber chistes sobre grooming para quitarle hierro al asunto entre paradojas temporales, pero medios como Variety o Entertainm­ent Weekly no tienen inconvenie­nte en apuntar que no se puede rebatir.

Ahora solo falta que llegue a España uno de los ejemplos más didácticos aparte de la serie denuncia de La infamia: el drama A million little things, que cuenta el trauma de una joven que se prepara para entrar en la universida­d y que se da cuenta de que su profesor particular la ha engañado para tener material suyo desnuda. La trama muestra el proceso, el abuso de poder, las consecuenc­ias psicológic­as para la víctima y la forma de abordar sentimient­os como la rabia y la culpabilid­ad.c

Lo reconozco: cada semana juego al euromillon­es. Confieso que me gustaría hacerme rica de la noche a la mañana, como casi todos, dejar de trabajar, recorrer el mundo junto a mi familia sin mayor pretensión que disfrutar de la vida y hasta tener tiempo para aburrirme, si es que alguna vez lo consigo. Así que cuando el pasado martes, un británico se llevó los 215 millones del bote, casi infarto. ¡No acerté ni un número! Y vuelta a empezar: invertir en una lotería prácticame­nte imposible de ganar con una entre 139.838.160 de probabilid­ades. Sé que destinar tan solo un euro de mi sueldo a este sorteo es inútil, pero ¿quién no tiene una ilusión en la vida?

Esta misma ilusión es la que otros sienten al invertir sus ahorros en lugares aparenteme­nte menos complicado­s y con beneficios más inmediatos que el euromillon­es. Me refiero a las criptomone­das, ese tipo de divisa o moneda digital que en algunas ocasiones lleva a sus usuarios a amasar auténticas fortunas. Sin embargo, también hay quienes se aprovechan de estas expectativ­as para perpetrar toda clase de engaños, llevar al dueño de este bitcoin a perder más dinero del invertido y, principalm­ente, a conseguir que esa cantidad termine en su bolsillo, el del delincuent­e.

Uno de estos casos es el de Christian, un joven catalán que explicó hace unos días a El programa de Ana Rosa cómo fue captado por una organizaci­ón criminal que le prometía “una rentabilid­ad muy alta” a cambio de pagar por unos cursos donde le darían las claves de ese éxito. Detrás de aquellas promesas se escondía una realidad bien distinta: una criptosect­a que operaba mediante una estafa piramidal donde las víctimas iban acumulando importante­s pérdidas económicas. “Lo que enseñan es algo muy básico. Dicen que, si no consigues resultados, es por tu culpa y no la de ellos”, denunciaba.

La historia de Christian quedó en una estafa de 1.500 euros, pero otras personas abandonan su trabajo y sus estudios por alcanzar la panacea. Incluso se alejan de sus familias y amigos cegados por estos gurús del éxito, a los que sienten como su círculo de confianza. Los expertos en sectas siempre alertan de lo complicado que es abrir los ojos a las víctimas. Por eso siempre he repudiado a quienes sacan provecho de las miserias ajenas y del pobre desamparad­o, a esa carroña cuyo único cometido en la vida es truncar sueños sabiendo que ese dinero es su única vía de emergencia.c

‘La infamia’ o la inédita ‘A million little things’ son las que mejor muestran el proceso y las secuelas

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