Suu invita al baile en su nuevo ‘Karaoke’
La cantante barcelonesa presenta mañana su nuevo álbum en el Palau de la Música
La cantante y compositora Suu vive un momento álgido de su aún corta carrera, como atestiguan sus colaboraciones y sobre todo la evolución de su propuesta musical. Y eso lo muestra en su reciente nuevo álbum Karaoke, que presentará mañana sábado en el Palau de la Música (21 h) dentro del Festival del Mil·lenni.
La cantante barcelonesa Susana Ventura –nombre civil de Suu– demuestra a sus 22 años que su carisma camina de forma progresiva junto a su amplitud de miras. Su nueva obra comenzó a ser compuesta durante el confinamiento – tres de los ocho temas proceden de entonces–, aunque “para nada habla de la pandemia. Ese periodo me sirvió mucho para evadirme y para buscar cosas como ‘¿qué echo de menos?’; no me gustaba hablar de cosas tristes”.
Lo que más llama la atención, con todo, es el cambio en las sonoridades de sus temas. Para eso ha contado excepcionalmente con cuatro productores (Santos y Flurent, Tato Latorre y Gerard Giner), porque “quería cambiar un poco el vestido, hacer un disco bastante más movido que los dos anteriores después de estos años de pandemia; me apetecía movimiento”.
Y el resultado es una obra que no duda en calificar “bastante poprock. Mi referente es el pop-rock español de los 2000, como La Oreja de Van Gogh o El Canto del Loco, lo que oía en casa de pequeña”. Y junto a ello ha emergido a nivel de letras “una escritora muy intensa, muy sentida, un poco impulsiva también, demasiado romántica”. Pero insiste la también instrumentista de ukelele que “cuando digo que ha sido una experiencia muy positiva es porque es un disco superbailable y yo tengo muchas ganas de pasármelo muy bien en los directos”.c
Las escuelas son un campo de batalla lingüística, y eso explica que a menudo se hable de lengua vehicular y, por extensión, de la lengua del patio. La realidad demográfica de, como mínimo, las tres últimas décadas ha trastocado unas inercias en las que el catalán ya era el eslabón más vulnerable. Anclados en la autoestima sentimental de la inmersión, liofilizada como propaganda, y por el anacronismo irreal de “un solo pueblo, dos lenguas”, se ha desatendido cualquier pacto político perdurable para anteponer la discordia ideológica a un sentido más elevado de servicio público.
Atrapados en un laberinto asimétrico de abusos jurídicos, hoy se apela a la desobediencia después de externalizar la responsabilidad sobre la salud del catalán a las aulas, que ya sufrían una saturación de responsabilidades. Sin que el Estado haya asumido nunca la plurinacionalidad constitucional como virtud propia, las tensiones entre lenguas se han cultivado con furor electoralista. Es una erosión que ha negado la complejidad de la realidad y ha debilitado la influencia tangible de la lengua.
La situación actual fabrica argumentos perversos, que intentan equiparar diagnósticos antagónicos. Los hay que confirman que el conocimiento del castellano puede ser defectuoso, pero, sobre todo, abundan las evidencias de un retroceso en el uso coloquial del catalán. Y aquí la lengua del patio vuelve a adquirir un protagonismo totémico. Cuento mi caso como el cromo infinitesimal de un álbum colectivo. Aprendí catalán, sin saberlo, en 1971, con 11 años, en una escuela privada en la que, casi clandestinamente, todas las clases se impartían en catalán. La lengua (de las aulas y del patio) era el catalán, y algunas asignaturas se daban en castellano. En 1975 pasé al instituto, y en el patio convivían catalán y castellano y, en las aulas, solo el castellano. Hoy, sin embargo, cuando escuchas a los
El Estado no ha asumido la plurinacionalidad constitucional como una virtud propia
maestros que aún no han abandonado toda esperanza, intuyes que, más allá de la gesticulación política y las diabólicas amenazas judiciales, la lengua del patio es, como me explicaba una directora de escuela, “la lengua del móvil”. Puede que sea una respuesta desesperada contra los clichés de la propaganda. Pero en este patio que cada uno imagina en función de sus intereses, los contagios coloquiales y las dependencias mediáticas ya no tienen nada que ver con la comunicación presencial de los juegos y las relaciones interpersonales. Hoy el contexto impone abducciones inmediatas y una docilidad entre los hablantes que tiene mucho de renuncia y pereza gregaria. Es una realidad de superpoderes digitales interactivos. Resultado: si ahora mismo un grupo de adolescentes catalanohablantes está en el patio compartiendo la adoración por un vídeo gracioso, nunca dirán que les hace reír sino que “fa risa”, que es, a estas alturas, una de las aberraciones coloquiales de un tiempo y de un país.