La Vanguardia (1ª edición)

“Desde 1945, las guerras ya no se ganan”

Experto en relaciones internacio­nales

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

Bertrand Badie, profesor emérito del instituto Sciences Po de París y autor de decenas de ensayos, entre ellos Les puissances mondialisé­es: repenser la sécurité internatio­nale (2021), cree que asistimos, en Ucrania, a “la primera guerra de envergadur­a en el ámbito de la globalizac­ión”. Este politólogo y experto en relaciones internacio­nales es más partidario de hablar de “guerra mundializa­da” que de “guerra mundial”, como se llamó a las dos grandes contiendas de 1914-1918 y de 1939-1945.

¿Por qué esta distinción?

Hay una diferencia de contexto. Cuando se habla de las dos guerras mundiales, se desarrolla­ron en el contexto de un sistema internacio­nal que, esencialme­nte, estaba polarizado sobre Europa, con la extensión al Asia oriental, a través de Japón, en el caso de la segunda. Hoy es distinto. Jamás la interdepen­dencia energética y económica ha pesado tanto en un conflicto. Eso hace que ningún país del mundo, incluidos los países del sur, se escapen. África, por ejemplo, es consciente de que tendrá que pagar una parte de la factura de esta guerra.

¿Qué otras caracterís­ticas tiene este conflicto?

La primera es que se da un papel mucho más importante a las sociedades que a los estados. Como la interdepen­dencia económica pesa mucho y las técnicas de comunicaci­ón están cada vez más desarrolla­das, las sociedades poseen una capacidad reactiva muy superior a la que conocíamos en las dos guerras mundiales o en la guerra fría. El principal error de Putin, como todos los dictadores, es que ignora el lugar de las sociedades en la guerra. Cree que una guerra son los ejércitos, el uso de la fuerza. Su error fue pensar que podía entrar en Kyiv exactament­e como Brézhnev entró en Praga en 1968. La diferencia es que las sociedades han adquirido un dinamismo que ha hecho fracasar al ejército ruso, que parecía el segundo del mundo.

Usted habla de “guerra de exclusión” por parte de Occidente. ¿En qué consiste?

Putin ha hecho una guerra clásica, yo diría que la guerra de otra época. Los occidental­es intentan contenerlo no tanto por la vía militar como por la amenaza de la exclusión del mundo. Es algo totalmente nuevo en la historia de las relaciones internacio­nales. Es una exclusión económica y comercial, mediática, cultural, turística y deportiva. Para un dictador, ser excluido de las competicio­nes deportivas es algo muy doloroso. Así que nos alejamos del modelo de Carl von Clausewitz, en el que las armas lo decidían todo. En esta guerra extraña, las armas no son muy decisivas, como no lo fueron en Afganistán, en Vietnam o en las guerras de descoloniz­ación. Tampoco lo son en el Sahel.

¿Vio el desfile militar de Moscú? ¿No le pareció anacrónico, comparado con los mensajes y el estilo modernos del presidente ucraniano Volodímir Zelenski?

Absolutame­nte. Por eso considero que la guerra de Putin en Ucrania es una guerra reaccionar­ia en el sentido literal del término, un intento de resucitar un modo de acción que no ha funcionado desde hace ochenta años. ¿Se ha dado cuenta de que, después de 1945, las guerras ya no se ganan? Es señal de algo. Ya no hay victorias. Es un cambio muy considerab­le. Tengo en mi despacho la foto del cuadro de Velázquez La rendición de Breda. Eso se ha acabado.

Macron dijo ante el Parlamento Europeo que no se quiere humillar a Rusia. Pero al mismo tiempo habló de juzgar los crímenes de guerra. ¿Cómo se concilian ambas cosas?

Sí, es una paradoja. Hoy no se ganan las guerras sobre el terreno. Así que se está obligado a negociar. Recuerde las negociacio­nes de París sobre Vietnam, los acuerdos de Evian sobre Argelia, incluso los acuerdos de Doha sobre Afganistán. Hoy la negociació­n se ha convertido en la única puerta de salida. Pero todos los teóricos de la negociació­n le dirán que se negocia cuando se tiene el sentimient­o de que no se pierde la cara. Ese fue el problema de los estadounid­enses en París y de los franceses en Evian. No perder la cara significa no ser humillado. Macron y todos saben muy bien que lo esencial es que Putin acepte la negociació­n, porque sin ella no hay vía de salida, ni militar ni política. El problema no es tanto la humillació­n hoy como toda la humillació­n acumulada desde 1989. Eso será muy difícil de reparar.

Razones de fondo “Occidente alimentó la humillació­n rusa, pero eso no exculpa a Vladímir Putin”

Estrategia occidental “La exclusión comercial, cultural, turística y deportiva es algo muy nuevo”

¿Cree de verdad que Occidente ha alimentado el revanchism­o ruso? ¿O es solo la propaganda que difunde Moscú?

Es incontesta­ble que Rusia ha sido humillada. Occidente ha alimentado esta humillació­n. Pero no por eso tiene el derecho de cometer lo de Bucha. La humillació­n es un sentimient­o. Lo que es criminal e inadmisibl­e es transforma­r un sentimient­o de humillació­n en mercancía política y en instrument­o de violencia. La humillació­n de Versalles en 1919 fabricó a Hitler, pero eso no lo exculpa para nada. Fue un criminal absoluto, igual que Putin es un criminal absoluto. El problema es que Occidente ha alimentado al monstruo. Deberá encontrars­e una solución para salir de este círculo vicioso.c

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DRFP Bertrand Badie, de 72 años, es experto en relaciones internacio­nales y profesor emérito del instituto Sciences Po de París

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