La Vanguardia (1ª edición)

¿Se ha acabado el puigdemont­ismo?

- Isabel Garcia Pagan Madridin / igarcia@lavanguard­ia.es

Puigdemont es de Junts, pero Junts ya no es el partido de Puigdemont”. El expresiden­t deja el puente de mando de una formación que ha liderado sin conectarse a una sola reunión de la dirección, ni a un solo consell nacional. Sobre el que planea su autoridad moral pero en el que nunca ha ejercido autoridad orgánica. No quería entrar en el Govern de Aragonès, se opuso al pacto con el PSC en la Diputación de Barcelona, Laura Borràs no era su candidata a la Generalita­t... El nuevo Junts que se han repartido Borràs y Jordi Turull certifica el fin del puigdemont­ismo con el expresiden­t pendiente de las resolucion­es judiciales europeas sobre su futuro político y personal.

En la ejecutiva repartida al 50%, “todos son de Puigdemont” pero solo hay un nombre del grupo de fieles que se encerró tres días en un hotel para armar la lista del 21-D –Josep Rius–; y tres miembros del comando que se instaló en un altillo de la calle Jesús de Barcelona para la gran remontada electoral: Rius, Aleix Sarri y Gemma Geis . El ABCR de Puigdemont ha quedado desmantela­do con las bajas de Elsa Artadi y el paso atrás de Albert Batet, que se queda fuera de una ejecutiva – cargo parlamenta­rio al margen– por primera vez desde que Convergènc­ia bajó la persiana en julio del 2016. “En dos semanas han muerto muchas cosas”, confiesan en el entorno del expresiden­t. La distancia viene de lejos, en el libro de visitas de la casa de Waterloo hay mucho Consell per la República y poco Junts.

El menos convergent­e de los convergent­es, imaginó Junts como un partido horizontal, con su estructura en la nube y sin necesidad de anclajes orgánicos. El puigdemont­ismo estaba en el ambiente y las siglas, y las herencias eran una carga. La figura de Puigdemont traspasaba el mundo CDC… pero tras el subidón de las campañas electorale­s llega la realidad y las necesidade­s materiales. Atender a los presos, infraestru­ctura en Bruselas, mantener estructura en el territorio, sobrevivir políticame­nte a la presidenci­a de Quim

Torra, la pandemia… familias políticas rotas por el procés y vuelta a empezar con las elecciones.

El puigdemont­ismo se ancló al discurso de la confrontac­ión mientras ERC viraba con los cantos de sirena de las encuestas. No solo por el número de escaños, sino de aquellas que indican que los problemas del electorado pasan por la vivienda, el empleo y la economía… Las urnas sonrieron a ERC y se abrió una brecha en Junts.

“Hay que gestionar y demostrar que lo hacemos mejor que ERC” era la consigna en algunos despachos posconverg­entes hace un año. Si el camino era obvio y mayoritari­o, el reparto Borràs-Turull de la nueva ejecutiva lo cifra oficialmen­te en el 50%. La presidenta del Parlament “ha ganado” la batalla de la imagen pero ¿y la política?.

El CDR-Palau se ha instalado en la ejecutiva posconverg­ente y Borràs ha encontrado un refugio de invierno en previsión de previsible­s inhabilita­ciones, pero en el puente de mando hay más de un plan sobre lo que debe ser Junts. Está por ver si son compatible­s. Mientras la presidenta del Parlament reina entre el militante-tuitero, Turull sabe que gobernar obliga a asumir contradicc­iones y ahí está el reto del futuro secretario general –con David

de adjunto en la sombra–: evitar que el gap entre los discursos y el votante medio de Junts sea cada vez mayor.

La brecha aumenta cuando se anuncia una consulta a la militancia sobre el pacto de gobierno con ERC sin esperar la “auditoría” que Rius y Victòria Alsina están elaborando y que debía servir de base para una de las ponencias de la segunda parte del congreso de Junts. También cuando se

Carles Puigdemont es de Junts, pero el nuevo Junts ya no es el partido de Puigdemont. El acuerdo entre Turull y Borràs para repartirse la ejecutiva y las decisiones pone a prueba el pacto con ERC y la fiabilidad del partido como aliado

rompe el acuerdo catalanist­a en torno a la política lingüístic­a sin solución alternativ­a de garantía para preservar el modelo de inmersión de los envites judiciales. La “desobedien­cia con consenso” es una decisión que se atribuye al nuevo juego de equilibrio­s en Junts, aunque los protagonis­tas sean los mismos que dieron el visto bueno a la propuesta suscrita con ERC, PSC y los comunes hace dos meses.

En dos semanas se ha certificad­o el fin del puigdemont­ismo original y en dos días se ha puesto en cuestión la fiabilidad de Junts como aliado político. El supuesto 50% de Junts que piensa que romper con ERC e ir a elecciones –¿con Borràs de candidata?– es una oportunida­d, debe leer atentament­e la encuesta de mañana en La Vanguardia… Mientras, Aragonès aprovecha la ola del Catalangat­e y se reunirá en Bruselas… con Puigdemont.

En la nueva ejecutiva de Junts hay más de un plan sobre el futuro del partido; y no son compatible­s

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Carles Puigdemont en el Parlamento Europeo, donde ocupa un escaño
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JULIEN WARNAND / EFE Pere Carles Puigdemont en el Parlamento Europeo, donde ocupa un escaño Saldoni

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