La Vanguardia (1ª edición)

PSOE-ERC: necesidad o virtud

- Toni Aira

Este sábado noche, muchos eurofans que animarán a la olesana Chanel en Eurovisión hubiesen preferido hacerlo con el Ay mamá de Rigoberta Bandini. Esa canción que anima a parar la ciudad “sacando un pecho fuera al puro estilo Delacroix”. Es decir, como en La libertad guiando al pueblo del pintor francés, en el que se reconoce la clara influencia de Théodore Géricault y su cuadro La balsa de la Medusa .La relación entre este último cuadro y el actual patio político la apunto ya mismo.

Tiene que ver con lo de Pedro Sánchez y Pere Aragonès. Con lo de Junts y Esquerra. Y es que el cuadro La balsa de la Medusa se utiliza en las clases de derecho penal para explicar el estado de necesidad. Un eximente que ampara a quien en una situación de necesidad, para evitar un mal propio o ajeno, tiene que causar otro mal. Un mal menor, se entiende, pero mal, al fin y al cabo. Y aunque pueda estar legitimado, no hay motivo para enorgullec­erse de nada. Ahí están nuestros gobernante­s en Catalunya y en España.

La incomodida­d (e incluso hastío) que Sánchez proyecta al pactar con ERC no puede ser más reveladora. Quiere evidenciar que lo hace obligado. Por un flagrante estado de (extrema) necesidad, suya y del país. La alternativ­a es un gobierno del PP con la ultraderec­ha. Y así tiene que demostrar constantem­ente que cualquier gesto, gestito o simulacro de todo ello es mínimo y fruto de no tener otra salida.

La ERC de Aragonès se encuentra en las mismas, en este caso con la base independen­tista en el papel de juez a quien debe convencer. Opta por el PSOE porque es eso o padecer a PP y Vox. Y tiene que enfatizar (con el riesgo de la sobreactua­ción) un descontent­o y enfado crónicos. Luego, unos y otros pactan en lo esencial, que es mantenerse en el poder. Pero corren el riesgo de que nadie acabe entendiend­o que lo hagan por nada más elevado, de tanta incomodida­d aparente que escenifica­n un día tras otro.

Sánchez sacrifica a la directora del CNI. A ojos de todos, es para crear un cortafuego­s potente que satisfaga a sus socios independen­tistas. Pero Sánchez no puede asumirlo ni por asomo y Aragonès tiene que hacer como que el gesto es poco. Ni uno ni otro ganan nada ahí, solo tiempo.

A ERC le pesa la presión de Junts, y así lo hace notar. Y los juntaires también tienen que mostrar su insatisfac­ción permanente con un president a quien deben dejar claro

La incomodida­d que Sánchez proyecta al pactar con Aragonès es reveladora

que solo votaron porque la alternativ­a era que lideraran “los del 155”, con tripartito o sin él.

Al final, todos acaban pactando con la pinza en la nariz. Una perspectiv­a nada estimulant­e que corre el riesgo de acabar regalando a otros (a los del mal mayor) la carta del voto ilusionado e ilusionant­e. Contra los aparentes prisionero­s de los traumas del pasado y de los miedos del futuro, PP y Vox pueden dispararse en España, y en Catalunya otras mayorías pueden relevar a la independen­tista para gobernar. Habrá sido mérito de los que no supieron o no quisieron hacer de su (estado de) necesidad una cierta virtud.

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