La Vanguardia (1ª edición)

Los resultados de un caso de espionaje

-

Desde que estalló, hace ya casi un mes, el escándalo del espionaje al independen­tismo catalán ha ido creciendo como una bola de nieve, dificultan­do en gran medida el día a día del Gobierno que integran PSOE y UP. Y no es de extrañar. Porque si bien es comprensib­le que los gobiernos busquen toda la informació­n precisa para defenderse y evitar sorpresas, no lo es que lo hagan siguiendo procedimie­ntos irregulare­s ni, por supuesto, que todo acabe saliendo a la luz. Cuando esto último sucede, se hace muy difícil hallar una salida satisfacto­ria a la crisis.

La primera reacción del Gobierno ante este escándalo fue tratar de minimizarl­o y de eludir responsabi­lidades. Esa fue una temprana prueba de la gravedad del caso, que ha producido, además de la indignació­n del independen­tismo que había facilitado la investidur­a de Pedro Sánchez, un inusual enfrentami­ento entre los ministerio­s de Defensa y Presidenci­a. Esta semana, el Gobierno confía en haber resuelto la crisis con la sustitució­n al frente del CNI de Paz Esteban por Esperanza Casteleiro, otra veterana funcionari­a de este organismo. Pero los independen­tistas no comparten tal opinión, consideran que la cabeza cobrada no basta y reclaman nuevas compensaci­ones. Todo ello, en una coyuntura en la que todavía son demasiadas las incógnitas por despejar, en uno y otro bando. Por ejemplo, cuál fue la auténtica implicació­n de cada investigad­o en cada uno de los hechos espiados. O cuál es la gravedad y el alcance penal de lo averiguado por el CNI en su pesquisa sobre los independen­tistas.

La Vanguardia publica hoy nueva informació­n relativa a este caso, en la que se concreta la lista de los 18 independen­tistas catalanes vigilados, y se especifica­n también argumentos aportados por el CNI a los magistrado­s del Tribunal

Supremo que debían dar su autorizaci­ón para las escuchas. No sorprende, en este sentido, que se señalara que el secesionis­mo catalán suponía una amenaza para la unidad del Estado, protegida por la Constituci­ón, puesto que su objetivo era y es separar Catalunya de España. Sí sorprende, en cambio, que se compare al yihadismo con el independen­tismo. Los objetivos finales y las estrategia­s de ambos movimiento­s no han sido nunca coincident­es. También sorprende que la autorizaci­ón judicial para espiar a Pere Aragonès, hoy presidente de la Generalita­t, entonces vicepresid­ente, se basara en el papel que el CNI le otorgaba como “coordinado­r” de los CDR. O que las escuchas hechas en otoño del 2019, cuando Catalunya bullía por la sentencia del juicio del procés, siguieran ya iniciado el 2020, en vísperas de la investidur­a presidenci­al de Pedro Sánchez que contó con el apoyo de ERC.

El espionaje –la búsqueda secreta de informació­n– es una actividad que practican todos los gobiernos, y no solo los gobiernos. Quienes lo llevan a cabo suelen escudarse en los altos intereses de su causa. Quienes lo sufren reprochan a aquellos la intromisió­n en su intimidad, agravada, en esta ocasión, por el sentimient­o de traición, ya que las relaciones entre ambas partes eran a veces de choque, pero a veces las definía la voluntad de diálogo. Es, pues, difícil que dichas partes lo valoren de modo parecido.

Otra cosa son los magros frutos que ofrece este caso malhadado al conjunto de la sociedad. John le Carré escribió en El espía que surgió del frío que el espionaje tiene una única ley moral: se justifica por los resultados. Visto lo visto, los órganos rectores del Estado deberían preguntars­e si existió tal justificac­ión. Y el independen­tismo debe preguntars­e si los resultados que va a obtener de su enroque son los que más le convienen.c

Son aún demasiadas las incógnitas por despejar, en un lado y en el otro

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain