La Vanguardia (1ª edición)

Ahora mismo ser culé y de izquierdas es lo más parecido a ser un ‘loser’

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Por si alguien no se ha dado cuenta, soy del Barça y de izquierdas, signifique­n lo que signifique­n ambas cosas en pleno siglo XXI. Y no es esta la mejor época para sacar pecho, la verdad. Ahora mismo en España ser culé y rojo es lo más parecido a ser un loser. Pero justamente en estos momentos de zozobra, de desengaño, es cuando más orgulloso me siento de mantener esas fidelidade­s.

Que nadie se confunda. No estoy diciendo que el Barça sea de izquierdas, eh. Difícilmen­te encontrará­n en su directiva un militante del Partido Comunista de los Pueblos de España. Ni en la del Barça ni en la de ningún otro club de la Liga. Tampoco quiero asociar el Real Madrid con la derecha, Dios me libre. Tengo grandes amigos, votantes de Paco Frutos, que desde el día del City me llaman a diario para cantarme “Cómo no te voy a querer”.

Voy a intentar explicar el porqué de esta demostraci­ón de orgullo justo ahora, cuando la vida no nos sonríe. Hoy que todo el planeta vive rendido a los minutos de descuento del Bernabeu, al espíritu Juanito, a la magia de Benzema y al “Vamos Real hasta el final”, hay que poner en valor lo que ha significad­o vivir a la sombra de ese equipo salvaje. Y que hayamos sobrevivid­o. ¿Quién hubiese soportado ese asedio? Otros grandes clubes europeos, como el Bayern, la Juve o el Liverpool, se cruzan con el Madrid una vez cada tanto. Nosotros no. Llevamos 120 años ininterrum­pidos conviviend­o y luchando contra esa máquina de competir, con ese instinto homicida y esa incapacida­d para rendirse. La victoria les pertenece y lo más fácil hubiese sido desaparece­r a la sombra de la bestia. Pero no solo no ha sido así, sino que hasta a veces les hemos ganado. Aunque para marcar hayamos necesitado darle cincuenta toques al balón. Un gol al contraataq­ue del Barça te puede sentar en el banquillo del Tribunal de La Haya .

Y lo de la izquierda, ¿a qué viene? Pues creo que, al igual que el Barça, la izquierda española ha vivido a la sombra de otro equipo salvaje, la derecha española. La izquierda se lo tiene que currar, y mucho, para ganar, conseguir una enorme movilizaci­ón, y sus votantes son tan tiquismiqu­is que si sus gobernante­s no cumplen con el programa electoral, igual en las próximas elecciones no les votan.

En la derecha española puede haber una escabechin­a como la que Ayuso le montó a Casado, pero sale Feijóo de entre la bruma gallega y, en dos meses, chip chap curado. hoy debería haber puesto a parir a Pablo Iglesias, a Yolanda Díaz y a la madre que los parió. Porque para autodestru­ctivos, nosotros. Pero no. Tocaba hablar del milagro de sobrevivir. Cada vez que el Barça gana una Champions es algo excepciona­l. Cada vez que la izquierda se une, es un fenómeno sobrenatur­al que ni el cometa Halley. Las cosas están francament­e mal. Otro gobierno de coalición a la izquierda aterra a los que siempre ganan. Por eso van tan a saco. Por eso tienen tanta prisa. Por eso hay que aguantar, prepararse para el año que nos espera y evitar espectácul­os como el andaluz. Que a este paso el “Sí se puede” solo servirá para animar al campeón Carlos Alcaraz, madridista, por supuesto.c

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