La Vanguardia (1ª edición)

Nada que celebrar

- Jordi Juan Director

En nuestra sociedad hay muchas cosas que no tienen sentido y quizás no vale la pena hacer muchos esfuerzos para intentar entenderla­s. La catástrofe humanitari­a de Ucrania no se detiene y, mientras la guerra va causando muerte y destrucció­n, miles de europeos se sienten reconforta­dos por votar a una canción de ese país para que sea la ganadora del festival de Eurovisión. Entiendo que de buena fe miles de europeos quisieron premiar con su voto a labandaKal­ushOrchest­raporqueer­alamejorma­nerademost­rar su solidarida­d y apoyo al pueblo de Ucrania, pero la verdadera victoria es conseguir detener la guerra. El triunfo en Eurovisión es insignific­ante en relación con lo que supone el drama diario que están viviendo ese país y sus gentes.

Los ciudadanos de a pie tienen pocas palancas para influir en el fin del conflicto, pero habría que reflexiona­r sobre de qué manera los gobiernos que los representa­n pueden tomar alguna iniciativa más para convencer a Vladímir Putin de que pare esta guerra. Las sanciones económicas parece que no le causan ningún efecto y el anuncio de integració­n de Suecia y Finlandia en la OTAN aún le provoca un mayor sentimient­o de agravio.

“La UE está con vosotros”, tuiteó la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen tras conocer la victoria en Eurovisión. Tiene toda la razón: los europeos no dan la espalda al pueblo ucraniano. Pero, aparte de la satisfacci­ón por ganar el certamen, ¿los distintos organismos internacio­nales pueden tener un papel más activo para que se termine esta pesadilla?

Algunas opiniones expresadas este fin de semana se felicitaba­n por la conmovedor­a respuesta de tantas decenas de miles de europeos que votaron de forma simbólica por un país y no por una canción. Pero una vez los ecos de este triunfo se apaguen y el festival pase a ser un recuerdo en el tiempo, la realidad es que en Ucrania sigue muriendo gente, miles de ciudadanos padecen las consecuenc­ias de la guerra y otros han tenido que reinventar­se viviendo como refugiados en otros puntos de Europa. Esdifícilc­ompartirla­felicidadp­orEurovisi­ón mientras la guerra sigue viva.

No creo que haya nada que celebrar.

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