La Vanguardia (1ª edición)

Ni críquet, ni rollerball

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Ciertament­e, el espionaje no es una partida de críquet, como decía John le Carré, pero tampoco puede ser un partido de rollerball, que es un deporte que se inventó para el cine Norman Jewison, donde la única regla era que no se respetaba ninguna. La prensa habla a diario de espías, de servicios secretos y de pinchazos telefónico­s, colapsando las páginas de actualidad. Mal negocio cuando los gobiernos proclaman cada dos por tres que somos una democracia plena. Eso no es algo que hay que declarar, sino que los ciudadanos deben sentir.

En España hemos visto como recienteme­nte se cesaba a la directora del Centro Nacional de Inteligenc­ia (CNI), lo que siempre es algo que inquieta, sobre todo cuando es el resultado de espionajes difíciles de justificar y de otros que no se supo prever. El problema de todo espía es que, a

El problema del espía es que puede acabar con el síndrome de Diógenes, acumulando basura

menudo, termina con el síndrome de Diógenes, pues acumula basuras informativ­as por su obsesión de almacenar más de lo que le exigen. El campeón en este país ha sido sin duda el comisario José Manuel Villarejo, que llegó a acumular tantas grabacione­s y tantos documentos que hizo de eso una industria. Todavía ayer, El País colgó en su web la conversaci­ón de Dolores de Cospedal con el expolicía, donde le pedía que no saliera a la luz la libreta de Bárcenas en que aparecían los sobresueld­os en negro que se habían pagado durante años a la cúpula del PP.

El pasado domingo, La Vanguardia advertía que el CNI investigó la formación de gobierno en Barcelona tras la victoria de ERC en las pasadas elecciones municipale­s. Y lo primero que uno se pregunta ante este hecho relevante, que constaba en la documentac­ión aportada por el CNI a la comisión de Secretos Oficiales del Congreso de hace diez días, es qué razones dio este centro para investigar unas negociacio­nes a la alcaldía y con qué argumento las autorizó el magistrado del Supremo. Utilizar una herramient­a como Pegasus, creada para investigar el crimen organizado o el terrorismo, para saber si ERC podía conseguir que un independen­tista como Ernest Maragall fuera el alcalde no tiene una explicació­n lógica. Y en democracia hay que explicarlo todo, más cuando se presume de ser una democracia plena.c

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