La Vanguardia (1ª edición)

Peaje de Erdogan a la OTAN

Finlandia y Suecia solicitan la entrada y Turquía les exige mano dura con el PKK

- Bru ela / E tambul

Suecia y Finlandia presentaro­n ayer formalment­e en Bruselas la solicitud de acceso en la Organizaci­ón del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en la sede de la alianza, en Bruselas. E instantes después, Turquía hacía saber de manera oficial que no estaba dispuesta a aceptar la entrada de los países nórdicos si no “se escuchan” sus inquietude­s. No es la primera vez que Estambul pone condicione­s a la entrada de Suecia y Finlandia en la Alianza. En particular, que pongan punto final a su política de asilo a militantes del Partido de los Trabajador­es del Kurdistán (PKK), considerad­o una organizaci­ón terrorista por la UE.

Lo que es nuevo es que haya formulado su negativa en el seno de la OTAN, de manera que los embajadore­s de los países miembros no han podido alcanzar un acuerdo para iniciar las discusione­s de adhesión.

En concreto, el representa­nte de Turquía habría presentado una serie de demandas que deben ser atendidas. Hasta hoy, la organizaci­ón de la que el noruego Jens Stoltenber­g es secretario general, confiaba en resolver de forma rápida las divergenci­as entre los países nórdicos y Turquía. Pero ahora se teme que el bloqueo se prolongue y haga descarrila­r el procedimie­nto de urgencia que Estados Unidos en particular había previsto para estos nuevos socios.

Turquía es miembro de la OTAN desde 1952. Y como el resto de los treinta países que la integran, tiene capacidad para vetar nuevas incorporac­iones.

No sería la primera vez que Turquía esgrime esa capacidad de veto. En los años noventa, trató de bloquear el ingreso de países del Este para presionar a favor de su propio acceso a la Unión Europea.

En el 2009, Ankara trató también de impedir que el danés Anders Fogh Rasmussen se convirtier­a en jefe de la organizaci­ón, a cuenta de la polémica por las caricatura­s de Mahoma. En este caso, Barack Obama venció las resistenci­as al prometer un adjunto turco para el nuevo secretario general. Al año siguiente, además, empezó el

Ankara, con poder de veto, también exige a Helsinki y Estocolmo que le levanten el embargo de armas

acoso legal al canal Roj TV, que emitía desde Dinamarca el punto de vista del PKK.

En esta ocasión, nadie cree que Recep Tayyip Erdogan vaya a mantener hasta el final un pulso contra la Alianza en pleno, aunque difícilmen­te dejará que sus objeciones caigan en saco roto.

Aunque enviados de Finlandia y Suecia lo tendrían todo preparado para desplazars­e a Turquía a limar asperezas, el presidente turco les dijo el lunes que se ahorraran el viaje y los discursos.

Los recelos de Ankara no solo tienen que ver con la concesión de asilo a supuestos miembros del PKK, sino también de la cofradía de Fethullah Gülen, condenada por su implicació­n en la intentona golpista del 2016.

En el primer caso, Turquía ha solicitado sin éxito la extradició­n de once militantes del PKK

a Estocolmo y seis a Helsinki. En el pasado, otras peticiones han sido rechazadas.

La población de origen kurdo es numerosa en Suecia desde los años setenta, aunque los exiliados kurdos procedente­s de Irak e Irán superan a los de Turquía. Hasta hace pocos años, era más fácil aprender kurdo en una escuela sueca que en una escuela del sudeste turco.

Varios descendien­tes de este colectivo –casi siempre mujeres– han hecho carrera política, algo que ha llevado a Erdogan a exclamar que “hasta tienen terrorista­s en el Parlamento”.

Los dos países nórdicos, además, vetan la venta de armas a

Ankara desde el 2019, cuando el ejército turco lanzó su tercera intervenci­ón en el norte de Siria, para abortar la consolidac­ión de Royava, una entidad territoria­l pegada a su frontera y dominada por el YPG, la filial siria del PKK. Ayer, un asesor de Erdogan considerab­a “inaceptabl­e” dicho veto y lo contraponí­a a la incautació­n “de proyectile­s anticarro suecos” al YPG.

No menos difícil de digerir en Ankara han sido las recepcione­s de la ministra de Exteriores sueca, Ann Linde, a la primera responsabl­e política de Royava, Elham Ahmad.

Sin embargo, por mucho que Suecia acabe de romper con su tradición de neutralida­d, es difícil que dilapide también su prestigio como refugio de exiliados políticos, frente a países de cuyo sistema judicial duda.

Los turcos lo saben, pero confían en que, como Barak Obama en su día, Joe Biden intervenga a favor de Ankara en otros asuntos de su interés y desbloquee la situación antes de la cumbre de la OTAN en Madrid.

Washington podría modular su apoyo a las milicias kurdas en el nordeste de Siria. O agilizar la venta de cazas F-16 a Turquía, aún no aprobada por el Congreso. Sobre todo cuando, anteayer mismo, el primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, amarraba en la Casa Blanca la adquisició­n del más avanzado F-35, de cuyo programa fue expulsada Ankara por la compra de baterías antiaéreas rusas.c

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JONATHAN NACK T AN / A Maniobras del ejército sueco en la isla de Gotland

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