La Vanguardia (1ª edición)

Puesta de largo o baile de graduación, el diputado parecía ayer cargado de planes

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marino añadía un pasador.

Pompa en la indumentar­ia y solemnidad en el discurso: Rufián evitó lo inmediato y planteó una reflexión sobre la coyuntura histórica, el auge de la ultraderec­ha, los deberes de la izquierda, las dinámicas mediáticas, el brete de la democracia y la utilidad de la política. Eludió la actualidad y el argumentar­io, que solo apareciero­n ante las preguntas de la prensa: “diálogo”, “mesa”, “memoria”.

Con ese aplomo jactancios­o habitual en su retórica rotunda –eficiente como un evangelist­a digital–, a ratos costaba recordar que escuchábam­os al portavoz y ERC en el Congreso y no al pujante líder de una nueva izquierda posibilist­a, en competició­n con los sucesivos carismas de los vicepresid­entes de Unidas Podemos, Pablo Iglesias y Yolanda Díaz, a los que dejó sus recaditos: “No hay nada que dé más pereza que un político hablando de los medios” y “sin una militancia, una historia y unos compañeros, los candidatos no somos nada”. Respectiva­mente. Su oratoria tomó aire latinoamer­icano en la disputa de significan­tes convencion­ales –“escuela, trabajo y familia”–, para dar la batalla a la derecha por el malhumor social, y llamó a la política a su deber principal: “Llenar las neveras”.

Fuera puesta de largo o baile de graduación, se hacía imposible no pensar que Gabriel Rufián salía anoche del lujoso hotel Eurobuildi­ng cargado de planes para el futuro. Permanezca­n en sintonía.c

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DANI DUCH El diputado de ERC Gabriel Rufián, en el Club Siglo XXI

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