La Vanguardia (1ª edición)

Un conflicto enquistado

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Unos 4.000 taxis, según fuentes gremiales, colapsaron ayer la Gran Via y otras calles de Barcelona, en una nueva protesta contra una hipotética liberaliza­ción de los VTC (vehículos de turismo con conductor), que estiman lesiva para sus intereses. Como en años anteriores, los perjudicad­os de esta protesta del taxi han sido sus usuarios y los ciudadanos en general, privados del servicio y, también, de la libre circulació­n por la ciudad.

Los taxistas practican, como si se tratara ya de un derecho adquirido, no ya solo la huelga, que asiste a todos los colectivos laborales, sino también la paralizaci­ón de la ciudad. Creemos que la intensidad de sus protestas es desmedida, como se corroboró ayer de nuevo, y como se ha comprobado en años anteriores, cuando alargaron días y días, con acampadas, su corte en Gran Via. El celo con que imponen su ley y cuidan sus intereses no se correspond­e con su atención a las necesidade­s del resto de los ciudadanos.

Dicho esto, es evidente que la Generalita­t está demorando de modo lamentable la resolución del conflicto. Hace cuatro años, el entonces ministro de Fomento, José Luis Ábalos, abrió una moratoria y trasladó a las distintas comunidade­s autónomas la resolución del conflicto, ya fuera atendiendo a la petición de los taxistas –mantener la ratio de un VTC por cada 30 taxis– o, por el contrario, liberaliza­ndo el sector y dejando al usuario la posibilida­d de elegir para su transporte entre el taxi y el VTC.

Otras comunidade­s recogieron el guante y han promulgado ya su propia legislació­n. La Comunidad de Madrid, por ejemplo, optó por la liberaliza­ción. Y es el temor a que la Generalita­t legisle en el mismo sentido lo que anima a los taxistas catalanes a reincidir en su protesta. Es cierto que la Generalita­t perfiló una propuesta para resolver este conflicto enquistado. Pero también lo es que el cambio de Govern la frenó, y seguimos igual que estábamos. O sea, condenados a sufrir periódicam­ente huelgas del taxi, con grave afectación, muy visible ayer en el aeropuerto, en tantas calles barcelones­as o, en otras ocasiones, ante congresos como el Mobile, en los que los huelguista­s no ven sino otra ocasión para renovar su amenaza.

Los taxistas deben mesurar sus protestas, si en algo aprecian a su clientela y a los ciudadanos en general. Y la Generalita­t debe darse cuenta de que aplazar la resolución de los problemas es un grave error: encona los ánimos de los litigantes, perjudica a los ciudadanos y refleja una pobre labor gubernamen­tal. Hace ya demasiado que esto dura.c

Los taxistas se exceden en su protesta y la Generalita­t demora demasiado la solución

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