La Vanguardia (1ª edición)

En ‘Hasta que nos volvamos a encontrar’ conoció a Stephanie Cayo; la pareja rompió en marzo

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Muy poco tiene que ver el actual Maxi Iglesias (Madrid, 1991) con aquel Cabano que le dio la fama en Física o química. Tanto, que asegura que no volverá a interpreta­rlo aun cuando, tras el éxito de El reencuentr­o, sabe que sería una apuesta segura. El proceso evolutivo de Iglesias marcha a buen ritmo y no necesita mirar al pasado: Valeria, La cocinera de Castamar, Toy Boy Hasta que nos volvamos a encontrar son sus últimos trabajos. En esta última película, rodada en Perú, se enamoró por última vez: el fascinante paisaje de Machu Picchu solo para ellos lo envolvió pare crear la magia junto a Stephanie Cayo.

“Ese rodaje lo voy a recordar siempre como uno de los más bonitos de mi carrera. Cuando leí el guion, muy descriptiv­o, me vi dentro de él y era tan emocionant­e… Aún se me pone la piel de gallina. Era la primera vez que podía viajar fuera desde que comenzó la pandemia y en Perú había confinamie­nto en esos días. El último fue a Argentina y tuve que regresar a toda prisa por el confinamie­nto, tomé el último vuelo Buenos Aires-Madrid”, cuenta emocionado.

Sin embargo, aquella historia de amor no fue duradera. El actor ha podido percibir los porqués rodando una versión actualizad­a de Ana Karenina en México: “Han sido dos meses, breves pero intensos. He reflexiona­do en lo que llego a aprender gracias a mi profesión y salgo un peldaño más fuerte en cuanto al amor y el sentimient­o de apego. La serie habla mucho de enamorarse y el desenamora­miento y me ha hecho más consciente de los procesos. De todas formas [las rupturas] no creo que sean equivocaci­ones; si sabes manejar esas situacione­s o reflexiona­r sobre qué ha ocurrido, sales reforzado”.

De todo ello habló Maxi Iglesias con La Vanguardia en su reciente y casi secreta visita a Barcelona, donde inauguró la flagship store de Ducati. Se considera motero de toda la vi

yMo o o o da y siente orgullo por haber sido elegido: “A los 14 años me saqué la licencia de ciclomotor, a los 16, el A1 y a los 18, el A. Mi primera Ducati llegó entonces.. Cuando colaboro con una firma intento saber lo máximo de ella; en la escuela aprendí que no me gusta que me pongan la cara colorada, así que si de un tema no sé, no entro. Equiparo las sensacione­s que me produce la moto con la música; ojalá pudiera tener tantas como discos (risas). Según el momento, quiero que me acompañe un modelo u otro: para un paseo por el campo, sin duda una Scramble Desert Sled y si quiero curvas por Tossa de Mar, una Panigale; si hay opción de meterme en Castellolí o Montmeló, unaV4…”.

Además de su pasión por el motociclis­mo, a Iglesias le caracteriz­a un profundo sentido de la lealtad. Renunció a seguir en la serie Desapareci­dos al cambiar la productora que la lanzó. “César Benítez, de Plano a plano, fue muy honesto conmigo, la productora apostó por mí y sin ellos en la ecuación, sentía como que era una traición”.

Con un físico envidiable, Maxi Iglesias no aprovechar­á su recién estrenada soltería para atender a cantos de sirena en las redes sociales. “Siempre he sido del cara a cara. Entiendo las redes como una muy buena herramient­a a nivel de trabajo, de promoción, pero a la hora de conocer a alguien prefiero una cafetería, en la entrada del cine, en una biblioteca…”.

Salió el topicazo. “Eh, ¡que en una biblioteca las miradas pueden dar mucho juego! Y si además ves lo que está leyendo, sea neurocienc­ia o política, obtienes pistas sobre cómo puede ser esa persona”.

Naturalmen­te, con ojos color mar Caribe, Maxi Iglesias juega con las cartas marcadas.c

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INSTAGRAM Con Stephanie Cayo, durante el rodaje que compartier­on en Perú

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